No está claro si la estrella es el fotógrafo o sus modelos, todos mitos de la cultura popular de los últimos cincuenta años. Es Bob Gruen (Nueva York, 1945).
El bueno de Bob cuenta las historias por detrás. Gruen ha estado en la trinchera del rock de fines de los sesenta y ha visto con sus ojos y su cámara cómo pasó de banda de sonido de la contracultura a gran espectáculo y de vuelta a agitación con el punk: David Bowie, Freddie Mercury, Iggy Pop, Deborah Harry, Mick Jagger y Keith Richards, los Ramones, The Clash, entre otros.
Y John Lennon. Gruen ha visto, sobre todo, a ese hombre asesinado por un imbécil en su tránsito por los Estados Unidos desde la insegura etapa post-beatle al amanecer de los 80, cuando el sueño realmente se terminó.
Y está aquí para contarlo.
“Cuando lo conocí, Lennon era un alcohólico. Bebía demasiado. Toda su vida giraba en torno a eso. Fiestas. Bebida. Una noche entera en el estudio bebiendo, después salir a comer solo para poder seguir bebiendo. Tomábamos mucho tequila entonces. Él decía que esas grabaciones eran las ‘tequila sessions’. Me refiero a la época de los discos de Elephant’s Memory y un par de discos de Yoko. Luego sucedía que a los críticos les interesaba que Lennon hiciera música de The Beatles y él hacía rock político en ese momento con Plastic Ono Band. Y los críticos querían escuchar All My Loving y no les gustaba Yoko, que tenía una parte importante del show por entonces. El problema es que John era muy sensible, acaso demasiado, a las críticas. Se deprimía y en ese momento tenía al FBI detrás, que quería deportarlo. Lo que la gente no sabía entonces es que en ese momento había un juicio pendiente entre Allan Klein y Los Beatles y el dinero estaba en manos de los abogados hasta que se decidiera qué porcentaje era para Allan y cuál para el grupo”.
De lo que deduzco, Lennon estaba lejos de ser un millonario por entonces…
Nada parecido a eso. Cuando se instaló en Los Ángeles vivía con un presupuesto muy bajo, alquilaba un auto viejo, no había ninguna limusina esperándolo. Fueron días realmente duros para Lennon. Estaba muy deprimido y bebía mucho, demasiado. Un montón de drogas y alcohol.
¿Cuándo fue que se reencontraron?
Volvió a Nueva York en el verano del 74. Cuando nos encontramos me pidió que lo fuera a ver al estudio y ahí fue que hicimos la famosa foto con la remera de Nueva York, que era mía. En Los Ángeles hubo una noche en que lo sacaron de los pelos de un ‘night club’; salió al otro día en los diarios. Verse en esa foto no le gustó nada y fue como un despertador para él. Cuando vio los diarios de Los Ángeles a la mañana siguiente, pensó: “Qué mierda… Este no soy yo”. Cuando volvió a Nueva York había dejado de beber y se rodeó de un núcleo básico de gente. A diferencia de lo que venía haciendo: 40 personas en el estudio, todas totalmente locas, siguiendo a Phil Spector. En Nueva York terminó el disco ‘Walls & Bridges’ solo con Jim Keltner, Klaus Voorman y Nicky Hopkins, un entorno mucho más saludable… Y en diciembre de ese año Yoko y él volvieron a vivir juntos. Volví a verlo en marzo y estaba limpio y saludable; se veía impecable. Hicimos unas fotos muy lindas.
Cuando Sean nació, John era un hombre nuevo. No solo porque había dejado el alcohol por completo y no tomaba drogas, sino porque había cambiado hasta su alimentación. Un día se enfermó, tuvo una fiebre de dos días, con vómitos y demás. Por 40 días tomó solo jugo de frutas y vegetales. Fui a visitarlo en medio de esa dieta extrema y era como verlo volar en ácido: estaba tan limpio, con una lucidez increíble. Lo disfrutaba. John era un tipo muy inteligente. En todos esos días que no comió nada sólido, lo único que hacía era pensar en la comida. Canalizó ese deseo atiborrándose de libros de cocina y nutrición. Tenía fantasías sobre cuál sería el almuerzo más fantástico que podría ingerir.