Hay pocos lugares que para los rusos están tan nostálgicamente ligados a la cultura como Crimea. De Alexander Pushkin a León Tolstoi o Marina Tsvetaeva, todos los grandes literatos rusos vivieron un tiempo en esta península bañada por el Mar Negro o escribieron sobre ella.
El tema de Crimea es “gigantesco” en la literatura rusa, afirma el eslavista alemán Klaus Waschik. Por eso, no le sorprenden los anhelos rusos sobre esta república autónoma ucraniana que votó en referendo su deseo de volver a formar parte de Rusia. Crimea está profundamente anclada en la “conciencia postsoviética rusa”, añade el experto.
Muchos rusos califican de “imprudencia” que el sucesor de Stalin, Nikita Jrushchov, entregara Crimea en 1954 a Ucrania. “El sufrimiento ruso por la pérdida de Crimea” está, según Waschik, ligado a su rica cultura, desde que en 1783 Catalina la Grande sumara la península al imperio ruso.
Ya en tiempos de la Zarina, el poeta clásico Dershavin (1743-1816) celebró a Crimea en sus versos como una conquista imperial. Para los románticos como Alexander Pushkin o Mijail Lermontov, la península estaba vinculada a la búsqueda de las arcadias del paraíso. En agosto de 1820, Pushkin, que había recibido un traslado disciplinario a Crimea, escribió en Hurzuf uno de sus grandes poemas. Allí pasó “los momentos más felices” de su vida.
En 1900, Antón Chéjov se compró una casa en esta pintoresca localidad, que aún hoy sigue nostálgicamente vinculada a muchos rusos. Crimea, con sus numerosos vestigios del pasado griego, es para los rusos “el único lugar donde se puede vivir la Edad Antigua“, añade Waschik.
También el eslavista Jörg Schulte ve a la península como “el intento ruso de lograr ese vínculo con la antigüedad. Los zares otorgaron a la Tauris griega el nombre ruso de ‘Táurida’. “Crimea era el territorio por el que Rusia enlazaba con las raíces europeas de la cultura antigua“, añade el experto.
Un aún joven Tolstoi describió de forma realista el horror de la Guerra de Crimea (1853-1856), y famosa es también la colonia de artistas que el poeta y pintor Maximilian Voloshin (1877-1932) albergó en su casa de Koktebel, ahora convertida en museo. El revolucionario poeta y dramaturgo Vladimir Mayakovski se afincó igualmente en el sur, y en 1911, la poetisa Marina Tsvetaeva conoció en Crimea al que luego sería su marido, Serguéi Efron.
No obstante, según Waschik Crimea es también para los rusos una especie de “callejón sin salida de la civilización”, donde muchos ricos iban a pasar sus últimos días. En 1920, el fin del imperio de los zares fue sellado con la salida de Crimea del último buque del Ejército Blanco. “Crimea es casi la estación sin salida de la civilización y la cultura”, y en varios textos de los años 50 es descrita como “lugar de las derrotas individuales y de los sueños destrozados”.
A la leyenda en torno a Crimea contribuyó también el disidente Vasili Aksyonov (1932-2009), con su novela utópica ‘La isla de Crimea’. ¿Qué pasaría si Crimea fuera una isla libre y democrática?, reza la pregunta central del libro.