Como si los orígenes y los países se impusieran en las primeras apariencias, Diego Fonseca saluda con beso en la mejilla ‘che’ y yo le extiendo la mano; es un momento de complicidad cero, un breve lapsus ante la globalidad, que termina en un medio abrazo. Y para más señas, él pide un café americano, apropiado para hablar de ‘Sam no es mi tío’, libro con 24 crónicas migrantes, escritas por reconocidos autores de Latinoamérica y uno que otro de EE.UU.
Fonseca y Aileen El-Khadi son los editores de este libro, el cual aparece en “un momento importante para que los latinos toquen a EE.UU.”: por la posible reelección de Obama y el rol que jugó esta comunidad en las pasadas votaciones; y por el proceso de integración que vive el país del norte, donde una masa multicultural de migrantes (uno de cada cuatro recién nacidos es latino) se incorpora a su idea de nación.
Así, ‘Sam no es mi tío’ se apropia del hombre del “I want you” y lo reinventa como ícono sincrético, “EE.UU. debe aceptar ese mestizaje si quiere construir una sociedad medianamente funcional”. Más ahora, cuando -según la perspectiva de Fonseca- Latinoamérica ha crecido, se ha diversificado, tiene capacidad para recomponer su tejido social y el potencial para mover su propio carro… ya no se trata del patio trasero del norte.
En la tensión de las relaciones entre la región y EE.UU., con periodos de relajamiento y otros de compresión, se han roto las fronteras de los intercambios comerciales y culturales; si hay disputas, son particulares y no absolutas. El libro desordena esa idea de las dos Américas y habla de muchas Américas en un mismo espacio.
En lo cultural hay zonas en el país de las barras y las estrellas, con fuerte presencia chicana, portorriqueña o cubana. Y si bien no se trata de un movimiento latino orgánico, sí se embarca en una integración progresiva. “Que Junot Díaz haya ganado el Pulitzer o que Daniel Alarcón (uno de los antologados) haya sido parte de la selección Granta son elementos en ese proceso”.
Con ello y partiendo de la contradicción, nació la idea de ‘Sam no es mi tío’. Donde los cronistas se entregaron a pensar, recordar, observar, vivir y escribir a ese conjunto de territorios vastos, donde carreteras atraviesan desiertos y praderas, como si se tratase de una continua ‘road movie’. A esa burbuja del consumo, donde un ‘red neck’ gigantón puede atropellar a un mojado moreno y chaparro, y donde este puede traicionar al ‘gringo’ que le ayudó. O a ese país que entra en las guerras en sitios distantes, porque tiene la fuerza y la pedantería para hacerlo y una idea falsa de esperanza.
Son relatos donde la interculturalidad deja de ser una línea del discurso, para convertirse en su esencia y el lugar desde el cual se dicen las cosas y se tienden perspectivas. En esas historias hechas de realidad cabe el engaño del dólar y la paranoia del terrorismo, la universidad de primer nivel y el vagabundo que ya no sueña, el escritor que vende quesos o el sonido de un anacrónico Woodstock.
Son 24 crónicas de 24 autores, un número que se seleccionó de un espectro de 100. El libro comprende a escritores de no ficción, de ficción y académicos; representantes de varios países. No hay del Ecuador, “no porque no haya figuras descollantes del periodismo narrativo”, señala Fonseca, para quien este país tiene masa crítica para producir una revista y darse a conocer. “Ármala”, propone (la recomienda digital) y la idea me infecta el cráneo…
Es que Latinoamerica está en un momento de madurez de la crónica -dice el argentino-, gracias a los de antes: García Márquez, Alma Guillermoprieto, Tomás Eloy Martínez; y a los intermedios: Caparrós y Villoro, por mencionar dos. Para Fonseca una prueba de la madurez es que el mercado le está prestando más atención y cita cuatro antologías.
En tiempos de inmediatez, Diego se plantea el periodismo de dos modos ante una realidad que es un río de mucha producción, 24/7, donde el flujo no para. El primer modo: te subes a una balsa y sigues los hechos del día, llevado por la corriente. El segundo: te paras en el borde, eliges el punto en el que te lanzas y como buzo te vas al fondo… “esa es la crónica”.
Si la crónica es un género ornitorrinco, citando a Villoro, Fonseca considera que la nueva generación de periodistas narrativos hará de la crónica algo multiplataforma, ubicándola en lo gráfico, lo visual, lo auditivo, lo digital, sin dejar lo escrito. ‘Sam no es mi tío’“es un peldaño más”, dice el editor del libro, quien en esa función se dio a quitar la grasa, a ayudar al autor a encontrar su voz, a que se despoje de la frase preciosa que tanto le costó construir pero que no aportaba en nada.
Al despedirnos me acerco para el beso en la mejilla y Diego, sabio, extiende la mano. Nuevamente nos queda el abrazo, más un libro y 24 crónicas de por medio.
HOJA DE VIDA
Diego Fonseca
Nació en Las Varillas, Argentina, en 1970. Es periodista y escritor. Es editor asociado de las revistas Etiqueta Negra y América Economía.
Autor de ‘South Beach’, libro de relatos. Sus textos se han publicado en revistas de Latinoamérica y España.