Argentina está otra vez de duelo, por la muerte de uno de sus personajes indispensables, cuyo trabajo marcó una época. Esta vez el mundo de la historieta luce un vacío: murió Carlos Loiseau, mejor conocido como Caloi, el padre de uno de los personajes emblemáticos de la historieta argentina: Clemente.
Su muerte no pudo ser más irónica. “Según los científicos, va a yegar (sic) un día en que el universo va a morir”, dice Clemente en la última página de Clarín de ayer, diario en el que colaboraba desde 1966, apenas dos años después de haber debutado en Tía Vicenta, una revista que forma parte de la humorística de Argentina.
Tenía 63 años y la causa fue un cáncer. Aunque había nacido en Salta, con Clemente supo revelar al guapo porteño, futbolero, popular y siempre con una opinión sobre la realidad. “Con Clemente somos como un matrimonio de muchos años de casados, nos conocemos demasiado. Y nuestra pasión se reaviva sobre todo porque tenemos la suerte de que la actualidad se reavive. Entonces, siempre tenemos nuevos temas sobre los cuales reírnos juntos”, dijo en una entrevista.
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Clemente es una rara avis. Parece ave, pero no tiene alas ni manos. Tiene franjas amarillas y negras, y lo acompañan durante la tira ‘la mulatona’, con quien la pasión carnal es intensa; el ‘clementosaurio’, con la sabiduría que solo dan los años pero a la vez sorprendido por la locura contemporánea; o el hincha de Camerún, que con solo decir “burumbumbún, burumbumbún, yo soy el hincha de Camerún” fue un éxito.
La inmortalidad de Caloi comenzó en 1978, en pleno Mundial. Entró en disputa con el relator deportivo José María Muñoz, quien decía que Argentina, en ese tiempo, era un país “derecho y humano”, y así se mostraba a favor de la dictadura; Muñoz también detestaba que cada vez que saltara la Selección a la cancha los hinchas lanzaran papelitos, porque eso mostraría a un pueblo sucio. También la voz del estadio pedía que no lo hicieran, pero en el cartel electrónico del estadio de River Plate aparecía la imagen de Clemente incitando a lo contrario. Las imágenes de un gramado blanco fue la muestra de que la batalla la ganó el dibujante.
En 1982, Clemente llegó a la televisión sufriendo de disfonía por haber gritado los goles de la Selección. Fue igual de exitoso que la tira impresa. Allí colaboró otro humorista argentino, Alejandro Dolina, que lograba crear mundos delirantes, como el Clemente navegante, cuyo barco surcaba las aguas sucias de los cordones de Buenos Aires.
“Era un dibujante honesto. Tomaba en serio su trabajo. Siempre que nos reuníamos hablábamos de dibujos y de los nuevos dibujantes”, cuenta Carlos Garaicochea, otro dibujante eximio de Argentina.