El festival Boleros de Oro que rinde culto a una modalidad musical romántica con gran relevancia en las décadas de los años 40 y 50 del siglo pasado, comenzó en Cuba como parte del “rescate” de viejos géneros nacionales.
El bolero, surgido en Cuba en el siglo XIX, tiene cultores en todo el mundo. Al 34 Festival que transcurre en Santiago de Cuba, 900 kilómetros al este de La Habana, asisten artistas de Ecuador, Colombia, Costa Rica, Chile, España, Japón, México, Panamá, Perú, Portugal, Puerto Rico, Rusia y Venezuela, junto a los anfitriones.
Sin embargo, en Cuba, entre muchos jóvenes no especialistas en la materia parece ser desconocido. “Bolero?. Es música cubana, pero yo la escucho poco”, explicó a ANSA Ariel Fernández, de 17 años de edad.
“Eso es incultura. El bolero no ha muerto nunca, Lo cantan muchos todavía. Todavía están ahí de pie (los cantantes) Fernando µlvarez y Omara Portuondo”, opinó Arnoldo Echevarría, de 72 años de edad.
Como política cultural oficial, los festivales como el del bolero tienen el objetivo declarado en Cuba de “rescatar” o mantener vigente la música tradicional cubana.
Esfuerzos similares se hacen por el danzón, el cha cha chá, la guaracha, el mambo y el filin -viene de la palabra inglesa feeling o sentimiento- que tuvo gran éxito en los años 50 y 60.
Se trata así de “defender” la cultura nacional ante lo que se percibe como un intento de “avasallamiento” por parte de otras modalidades internacionales que en el plano de la música se consideran ajenas y hasta aberrantes.
“Todo el mundo dice “yo no tengo nada en contra del reggaetón” , yo sí tengo cosas en contra del reggaetón: en primer lugar, en contra del modo de vida reggaetonero, de sus modos de conducta, de vestir, de tatuarse y agujerarse el cuerpo”, explicó ante un debate público a fines del año pasado Orlando Vistel, presidente del Instituto cubano de la Música, una entidad estatal.
Según citó el portal Cuba Sí, el músico y compositor Vistel advirtió que “no estamos hablando de un género, sino de un producto hecho en un laboratorio”. Estimó además que los temas del reggaetón “no llevan a pensar y tienen ganchos elementales, desprovistos de imágenes profundas y que tienden al populismo”.
Los “tradicionalistas” del bolero en Cuba recuerdan con fervor a sus “exponentes originales”, como Orlando Contreras, Rolando Laserie, Alfredo Sadel o Daniel Santos, todos ya fallecidos.
Quienes lo defienden, pero no tanto, sostienen que no se trata de modalidades o ritmos musicales, sino de buena o mala música.
Ante preferencias de jóvenes cubanos, muchos al parecer bajo la hipnosis del reggaetón, músicos tan respetados, no solo en Cuba, como Juan Formell y José Luis Cortés (El Tosco) pidieron públicamente “defender y redimensionar los géneros bailables de la Isla ante la avalancha de ritmos foráneos ajenos a la idiosincrasia criolla”.
Pero el mismo éxito de orquestas como Van Van, de Formell, entre jóvenes, personas no tan ancianas y francamente ancianas, parecen negar que la buena música cubana esté en algún tipo de crisis. Cada presentación de esa banda llena teatros, salones y plazas de bailadores.
La versión 2012 de Boleros de Oro se extenderá hasta el 24 de junio. Después de su inició en Santiago de Cuba continuará en las provincias de La Habana (occidente) y Villa Clara (centro).