Entre el fuego y los gritos de las manifestaciones en Egipto (para sacar del poder a Hosni Mubarak) hubo quienes no buscaban el oro de los museos, pero, con armas y mazos se acercaron a los templos de Luxor y en una extremista acción iconoclasta atentaron contra las estatuas y los relieves faraónicos.
El gesto desacralizador plantea una aproximación a la realidad cultural contemporánea de Egipto. Una realidad que se distancia de las reminiscencias a estatuas divinas, a jeroglíficos y pirámides, para que sus exploraciones empaten con los movimientos y prácticas del resto del mundo.
Las tendencias contemporáneas en el arte se correspondieron con la búsqueda de una identidad nacional moderna, a inicios del siglo XX. Así surgió el neofaraonismo que renovaba las visiones sobre el arte antiguo. Este fue sustituido por experimentaciones en el surrealismo, cubismo, dadaismo, y otras vanguardias de occidente. También se impuso una búsqueda social.
Las discusiones sobre los procesos creativos y la identidad cultural egipcia han sido polémicas por el debate entre el progresismo y la tradición, y el regionalismo y lo internacional. También por los preceptos del poder político y de la religión.
Escultores y pintores de renombre, como Abdel Hadi al – Wishahi o Racha Souleimane, han denunciado la marginación de los creadores como resultado del control de los medios por los aparatos del Estado. Asimismo han deplorado la importancia de los artistas oficiales, subvencionados por el Ministerio de Cultura, en un mercado también controlado.
A pesar de ello, los artistas han creado en pintura, fotografía, escultura, instalación y video. Aquellos que tratan temas controvertidos o usan técnicas no convencionales son los más aislados y muchos han emigrado a occidente. Entre los nombres más representativos están Huda Lutfi, Adel El Siwi o Mohamed Abla ( con un acercamiento al pop art). Una de las temáticas más presentes es la del rol de la mujer en la sociedad egipcia; en la gráfica de Lutfi, por ejemplo, hay una búsqueda permanente por las libertades.
En cuanto a las letras egipcias pesa la figura de Naguib Mahfuz. El autor de ‘El callejón de los milagros’ o ‘Palacio de deseo’, obtuvo el Premio Nobel , en 1988; siendo el primero de lengua árabe en conseguir este galardón. En su escritura, Mahfuz exploró, en distintas fases, lo histórico, lo urbano-social, el desencanto del romanticismo y el surrealismo. También fue perseguido y amenazado por agrupaciones extremistas.
Ahora, el catedrático Sabry Hafez señala que la transformación urbana marca líneas en las formas narrativas de la actual literatura egipcia y que se habla de personajes aislados, un aspecto alejado de la novela realista, que los precedió. Pero todo ese cambio se da dentro de un terreno cultural intolerante por la censura oficial, del régimen de Mubarak.
En sus estudios sobre la nueva novela egipcia, Hafez señala que la reciente generación de escritores está marcada por “un intenso autocuestionamiento y una fragmentación narrativa y linguística que refleja una realidad irracional y engañosa en la que todo ha sido degradado”.
Pero estos autores fueron “acusados (desde el ‘stablishment’ ) de tener una educación pobre, nihilismo, pérdida de rumbo, falta de interés por los asuntos públicos y de una obsesiva concentración en el cuerpo humano”. Entre otros nombres se puede mencionar a Samir Gharib ‘Alí (‘El vendedor ambulante’), Wa’il Rajab (En una burbuja de aire’) o Ahmad al-‘Ayidi (‘Ser Abbas al-‘Abd).
Por su parte, el cine se desarrolló en la década de 1930 en territorio egipcio. Actualmente, realiza una de las citas más importantes, el Festival Internacional de Cine de El Cairo. Además, este país es considerado la meca de la industria en el Oriente Medio; un total de 1530 entre guionistas, directores, productores y técnicos se graduaron del Instituto Superior de Cine entre 1963 y 1995.
La fuerza de la cinematografía egipcia también la hizo instrumento de los poderes de turno pasando por nacionalizaciones y preceptos moralistas.