En las excavaciones en busca de los restos del dirigente social Rosendo Radilla Pacheco, desaparecido en 1974 durante el periodo conocido como “Guerra sucia”, expertos y peritos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de México emplearon por primera vez instrumentos y metodologías tradicionalmente utilizados en la exploración de sitios arqueológicos e históricos.
El caso ha demostrado que el trabajo del arqueólogo y sus métodos no se limitan a excavaciones de sitios arqueológicos, a la búsqueda de pirámides o entierros. La arqueología también puede ser una herramienta eficaz para la investigación de una escena del crimen.
“El arqueólogo puede ser un criminalista del pasado”, comenta el antropólogo físico Jorge Arturo Talavera. Pero hasta ahora, agrega, las excavaciones en fosas clandestinas se hace sin un método, se utilizan trascabos o herramientas que destruyen el contexto: “Si en una excavación clandestina no tienes cuidado de hacer un registro tridimensional, como se hace en la arqueología tradicional, ¿cómo sabemos que esa fosa no se usó dos veces o tres? ¿Cómo sabemos si esa fosa solo fue depósito o lugar de ejecución?”.
Ante estos rezagos del ejercicio de la antropología forense y el incremento de la violencia en México, la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) comenzará en agosto próximo la Especialidad en Antropología Forense.