Heroína trágica, Antígona resucita cada cierto tiempo para mover reflexiones sobre el deber familiar -el de los amores filiales- y el deber civil -con leyes dictadas por el Estado-; también sobre el luto, la ausencia, la ética y el poder. Desde Sófocles, hasta nuestros días, esta mujer sigue empujando acciones y moviendo ideas.
Ella que acompañó a su padre al exilio y que, tras la muerte de Edipo, volvió a su ciudad; para hallar el terrible resultado del fratricidio. Ella, que no se conformó con dejar a su hermano Polinices insepulto y con su alma vagando por la tierra. Ella que se fue contra los edictos excesivos y tiránicos de Creonte. Ella que condenada a muerte, prefirió el suicidio. Ella humana y heroína, pone en discusión los edictos del hombre contra las leyes sacras, más antiguas, de cumplir ritos funerarios, de tener un espacio para guardar a nuestros muertos y recordarlos.
Parecería que Antígona dijese que si los muertos no hablan, estamos los vivos para gritar por ellos. Así, su historia y su actitud han sido claves para destacar la piedad fraterna por sobre los designios de ideologías de momento y políticas de turno. Además, cuando lo hace se levanta también la figura femenina que se reinvindica frente al dominio del hombre. Ante un Creonte que en sus diálogos dice que “nada hay peor que estar subordinado a una mujer”; ella actúa rebelde y humana.
En el teatro además de los montajes que respetan el orden clásico, se han dado innumerables mixturas y adaptaciones de ‘Antígona’. La ópera también asumió a este personaje en más de un libreto y musicalización. Se cuentan entre estas obras, las composiciones de Tomasso Traetta, estrenada en 1772; la de Josef Myslivecek, montada en Turín en 1773; la de Carl Orff, en cinco actos y puesta en escena en 1949.
Antígona también ha estado para reflexionar cuán acertada es la obediencia a las leyes humanas, sujetas a error como el hombre mismo, o ligadas a los vicios del poder. Es así que contextos conflictivos han devenido en relecturas de la tragedia, en la valoración de la lucha que propone su historia y en las enseñanzas que deja.
Incluso ha empatado con las demandas de colectivos sociales y la promulgación de leyes de memoria histórica, que buscan disipar las tinieblas dejadas por dictaduras, torturas y desapariciones.
En 1942, el francés Jean Anouilh reescribió la tragedia de Sofocles, en el contexto de una Francia ocupada por el nazismo. En su texto, Anouilh tiende correspondencias entre Antígona y al resistencia francesa; y Creonte y el el gobierno francés colaboracionista del Tercer Reich.
La pluma de un Leopoldo Marechal peronista y justicialista es la que se entrega a una revisión de la tragedia sofoclea y a la escritura, en 1950, de ‘Antígona Vélez’, bajo encargo de Evita. Esta pieza se atraviesa por simbolismos cristianos y en los nombres de los personajes, referentes a la historia política argentina. Aquí, la heroína se opone a los mandatos del regente de la ciudad, Facundo Galván, cumpliendo los mismos pasos que el personaje helénico, salvo que junto a su amado, Lisandro, terminan constituyéndose en el germen de una nueva nación. Vélez busca hacer cumplir la ley a todos por igual, una actitud que empata con ‘la justicia social’, estandarte del peronismo.
Casi dos décadas más tarde, Luis Rafael Sánchez también reconstruyó la tragedia tomando como referente a Olga Viscal Garriga, patriota portorriqueña capturada por sus ideales. En ‘La pasión de Antígona Pérez’, la protagonista entierra los cuerpos de los revolucionarios Tavárez.
Además de estas reescrituras se cuenta la bella prosa poética de Marguerite Yourcenar, ‘Antígona o la elección’, incluida en ‘Fuegos’; donde se lee: “Sólo Antígona soporta las flechas que dispara la lámpara de arco de Apolo, como si el dolor le sirviera de gafas oscuras”. Como referencia también está el libro ‘La tumba de Antígona’, de María Zambrano, una lectura para vivir la muerte.
Ahora, Quito podrá ver una nueva relectura del personaje, con ‘Antígona Oriental’. Esta pieza teatral escrita por la uruguaya Marianella Morena y dirigida en escena por el alemán Volker Lösch, se basa en el texto de Sófocles pero suma los testimonios de expresas políticas, hijas y exiliadas de la dictadura militar uruguaya (1973-1985). Sobre el escenario se conjugan actores profesionales y personas de a pie, representantes de sectores sociales críticos, para la contundencia de una reclamos por esos muertos que ya no pueden hablar.
La obra se presenta mañana, a las 18:00, en el Teatro Sucre.