La danza Butoh es una belleza silenciosa, una poesía de visiones, que surgió en el horror del Japón de la posguerra, tras los ataques nucleares. Ahora, este arte muestra cómo saltó desde la isla nipona, a los Andes y el Caribe; lo hace en el I Encuentro Latinoamericano de Danza Butoh, que se desarrollará hasta este domingo 29, en las salas de la Casa de la Danza.
Esta cita, en su primera edición, es también la primera reunión de los creadores del Butoh de la región. Tanto así que no se ha identificado un eje o temática que sea recurrente en las piezas participantes. Sin embargo, de lo visto y de lo que queda por ver se pueden observar tres tendencias. Una que busca reflexionar sobre procesos sociales y los valores del ser humano a través de la historia; otra, que apela a la ancestralidad y simbolismos de Latinoamérica; y una tercera que estira las relaciones con el Japón, que busca sus modelos estéticos y se hermana evidentemente con los maestros.
Maestros, como Tatsumi Hijitaka y Kazuo Ohno, que en los años 50, repensaron las consecuencias de los ataques nucleares provocados por ‘Little Boy’ en Hiroshima y ‘Fat Man’ en Nagasaki; ataques que desequilibraron las relaciones entre materia y espíritu. ¿De qué alma se podía hablar, si la tierra estaba poblada por cadáveres o cuerpos mutilados y deformes? ¿En qué cuerpo cabría la armonía si el sentimiento era pernicioso y solo añoraba muerte?
Y hacia la muerte había que ir, para resurgir en otro cuerpo, uno nuevo, uno que dejase atrás las tinieblas de la guerra. Así se configuró el arte del Butoh, la danza donde la humanidad renace después del desastre.
Movimientos expresivos, llenos de imaginación; acciones simples y naturales, más de paciencia que de lentitud, van liándose y soltando nuevos órganos y formas. Un gesto de desesperación y angustia define los rostros hasta transfigurarse en paz. Los ojos se cierran, se desorbitan, buscan ver hacia dentro, hallarse en uno mismo. Atrás queda el cuerpo deshecho y ahora hay una flor, un animal, un elemento de la naturaleza, que, al fin, halla su lugar en el cosmos. Así ocurrió en la noche de inauguración del Encuentro.
A la hora del crepúsculo, mientras la penumbra invadía las esquinas y callejas de San Marcos, Joao se levantaba envuelto en una túnica roja, ante el rostro calmo de Kazuo Ohno (impreso en una enorme tela). Las velas iluminaban su cabeza calva, su rostro expresivo y sus manos, cubiertas por el tono blanco que es pureza y neutralidad ante la búsqueda de las nuevas formas. Muñecas y tobillos, brazos y piernas, en candencia, jugaban con flores, con baúles, con sombrillas, con los recursos y elementos que formaron el universo escénico de Ohno.
El Encuentro continúa hasta este domingo 29 y presenta a los mayores exponentes de Latinoamérica; región a donde el Butoh llegó en los años 80. Acá empató con ciertas visiones de la cosmogonía andina y mesoamericana; con los ciclos de la Pacha Mama, con los simbolismos de la serpiente, con las aguas de los ríos, montes y mares. Además de que la capacidad regeneradora de esta danza, caló también en la situación convulsa propiciada por las dictaduras militares, que se repitieron en la década de los 70, en varios países de la región.
Uno fue Chile, donde el régimen pinochetista se extendió desde 1973, hasta 1990. Sobre esas amargas vivencias, versó la obra que el grupo SacrOficio también presentó en la inauguración del Encuentro, en la Casa de la Danza, bajo la Carpa de la Paz.
Bajo el título de ‘SoledaDesmemoria’ y la dirección creativa de Pepe Kintún, la pieza tomaba canciones protesta, las cuales sonaban mientras las fotos de desaparecidos se arrojaban a los aires. Los cuerpos de los dos bailarines asumieron la desesperanza y la violencia, la pena y el terror, hasta comprender que en un país sin justicia y libertad, donde reina la soledad, cabe la muerte para renacer en los que vendrán.
Con reflexiones que parten de movimientos naturales, de búsquedas de cuerpos, el Butoh de 13 participantes busca sus formas en la Mitad del Mundo.
Programación
Día a día se desarrollan dos funciones en la Casa de la Danza (Junín y Javier Gutiérrez, San Marcos). La primera a las 18:00 y la otra a las 20:00.
Hoy se presentarán tres obras: ‘Serpiente’, de la mexicana Tania Galindo; ‘Umbral de luz’, de la chilena Carla Lobos; y ‘Habla Casandra’, de la argentina Rhea Volij.
Las funciones de mañana exhibirán dos obras : ‘Reencarnaciones’, del mexicano José Bravo, y ‘Quemar la lluvia’, del chileno Lobsang Palacios.
Esta tarde y mañana, a las 15:00, en la cafetería de al Casa de la Danza, se darán dos conversatorios: Recuperando la memoria histórica de al danza Butoh en América Latina y Compartiendo Quehaceres.