Hillary Clinton y Donald Trump, candidatos a la presidencia de Estados Unidos.
Para muchos analistas, la elección presidencial del 2016 en los Estados Unidos de América tiene visos de ser trascendental por las consecuencias que puede tener en la democracia occidental y en la situación mundial de un régimen internacional en caos y en serio peligro de generar condiciones para mayores enfrentamientos bélicos.
No hay duda de que estamos en un momento de inflexión en la historia contemporánea, signado por una serie de acciones y reacciones geopolíticas de imprevisibles efectos en todas las regiones del mundo. El advenimiento del terrorismo como reacción a las invasiones, intervenciones y destrucción en el Medio Oriente han devenido en una etapa de inseguridad en los países occidentales desarrollados que provocaron esta situación.
También, la expansión del narcotráfico, la corrupción y la violencia organizada se ha transnacionalizado y llega con sus tentáculos a todos los confines de planeta.
En este marco, se está desarrollando una contienda electoral que atrae la atención internacional, no solo porque enfrenta a dos personajes de distinta visión sino porque cualquier rumbo que tome la democracia estadounidense tendrá un impacto en la situación mundial. Desde esa perspectiva, se pueden afectar las relaciones internacionales de Estados Unidos, sus políticas migratoria, económica, de comercio, pero muy especialmente de defensa y seguridad.
La lucha electoral entre Hillary Clinton y Donald Trump atrae al público mundial porque confronta dos maneras de hacer política: la anclada en el sistema dominante del poder que representa la casta política de los Clinton y sus conexiones nacionales y especialmente su dominio de la estructura en Washington, donde Bill y Hillary Clinton han logrado repetidos éxitos; contra la de un multimillonario “outsider” del orden político tradicional y dispuesto a enfrentar no sólo a los “demócratas” sino al liderazgo de su partido.
Trump ha logrado el éxito sin precedentes de ser elegido candidato del partido Republicano, haciendo todo lo contrario. Ha hostilizado a migrantes hispanos, a musulmanes, a mujeres, a afrodescendientes, a periodistas, a discapacitados, a empresas con operaciones mundiales, a los sindicatos, y así y todo ha logrado cautivar con su mensaje a un público hambriento de cambio del sistema político imperante. Podría decirse que su mensaje cala en un estrato medio, dominado por hombres blancos, que han visto sus trabajos esfumarse con el advenimiento de los afrodescendientes, de las mujeres y de los hispanos, el libre comercio que ha exportado los empleos tradicionales y abrió las fronteras a las importaciones, especialmente de la China. Todo ello, aducen, les han quitado su trabajo, y por ende su dignidad. Esa clase se suma a quienes envejecen y que ven un futuro de pobreza. Todo ello se añade a la inseguridad y la violencia que campea en todos los centros urbanos importantes de los Estados Unidos, que convierte al miedo en uno de los grandes electores de esta contienda.
Cada una de las campañas está hoy buscando ganar un número superior a los 270 delegados del Colegio Electoral. Es hora de los estados cuya decisión inclina la balanza (“swing”) electoral entre demócratas y republicanos. Florida, Pennsylvania, Iowa y otros menores son los campos de batalla de esta etapa. Si Clinton gana en la Florida será Presidenta. Por ello se explica la decisión de Obama de tender puentes a Cuba, ya que rompe el yugo de ese influyente grupo en las elecciones presidenciales. Los demócratas tienen Nueva York y California y otros 16 estados más. Los Republicanos tienen Texas como base fuerte.
Comienza una etapa que será muy dura en retórica y en activismo. Los discursos y las expresiones de los candidatos seguramente se centrarán en atacar a su oponente y señalar sus debilidades.
Hillary Clinton, normalmente, tiene un estilo más medido que Trump, quien ha demostrado que puede decir lo que se le ocurre, sin reflexionar en las consecuencias. Los analistas sostienen que el discurso de Clinton no crea emociones sino más bien rechazo al sistema político imperante y dudas respecto a los ofrecimientos que hace. Mientras tanto, Trump, especialista en diferentes escenarios y que domina el uso de medios televisivos, por su misma audacia, ha logrado un número de seguidores que nadie hubiese previsto generando un desconcierto en loas analistas políticos tradicionales.
Hay quienes sostienen que el esfuerzo de Clinton desde hace muchos años ha logrado consolidar una posición más aventajada que Trump. En primera instancia, ella es una exprimera dama, senadora por Nueva York y secretaria de Estado del presidente Barak Obama. Sus contactos y los de su marido, el expresidente Bill Clinton, le darían una ventaja política. En el resultado electoral a Clinton incidirá el presidente Obama, y éste se ha volcado a dar su apoyo en todos los sentidos.
El Comité de Debates creado por ambos partidos ha definido tres debates presidenciales que develarán la capacidad de los contendientes de convencer al electorado (26 de septiembre y 9 y 19 de octubre). Las elecciones presidenciales tendrán lugar el 8 de noviembre del 2016 y la ceremonia de posesión será el 20 de enero del 2017.
Para quienes hemos tenido la oportunidad de asistir a procesos electorales en Estados Unidos y analizar sus efectos, resulta fascinante asistir a una contienda que se caracteriza por la lucha entre el populismo, que es criticado por los estamentos políticos estadounidenses en otros escenarios políticos del mundo, y la estructura tradicional.
Para el resto del mundo, la pregunta es ¿cómo amanecerá Estados Unidos el 9 de noviembre y las consecuencias para otros por la influencia de la potencia?
* Embajador del Ecuador en Estados Unidos del 2005 al 2011. Conferencista e investigador de Unitar. Preside varias iniciativas globales.