Muchas son las voces que construyen una ciudad: vecinos, trabajadores, funcionarios, periodistas, estudiantes, docentes, profesionales, patrimonialistas, ambientalistas… La lista es larga…
Los desarrollistas también son parte esencial de las metrópolis actuales. Y su accionar, encaminado a dotar de vivienda o sitios de trabajo funcionales a los ciudadanos, es indispensable en el crecimiento urbano.
Pero esta labor de los promotores se ve cuestionada cuando invade campos de gran significación colectiva, como es el caso de los bienes patrimoniales.
El reciente derrocamiento de una casona enlistada en el patrimonio cultural quiteño, emplazada entre 12 de Octubre y Coruña, se inscribe en ese andarivel.
Si bien en una ciudad como Quito existen diferentes modelos de construcción urbana, de nuevos paradigmas y de cambios culturales profundos; también es necesario preservar el patrimonio, porque es parte de la historia de la urbe.
Si el progreso demanda nuevas construcciones en altura, bienvenidas sean. Pero que no nazcan de derrocar edificaciones que pertenecen a la memoria urbana. ¿Por qué no se construye en el sinnúmero de lotes semiutilizados que existen en las zonas colindantes a las casas patrimoniales?