Los cueros naturales son los que han sido tratados sin alterar las características originales de las pieles.
La presencia de cicatrices cerradas, la diferencia de grano, las arrugas, las vetas, las diferencias de tonalidad de color y cualquier otra huella que la naturaleza haya dejado en estos cueros son la prueba de la absoluta autenticidad y la demostración de su gran valor, explica María Luisa Barahona.
La limpieza de los cueros debe ser muy cuidadosa. Por esa razón, quite el polvo periódicamente con un paño blanco limpio, seco y no abrasivo.
Para la suciedad seca cepille delicadamente utilizando un cepillo con cerdas blandas. También puede usar una aspiradora de media potencia, teniendo mucho cuidado de no frotar la misma contra la tapicería.
Para las manchas de sustancias solubles en agua (bebidas, café, té, leche, mermelada), elimine rápidamente el líquido de la superficie absorbiendo con un paño blanco (o papel absorbente) no abrasivo. Después, con un paño limpio empapado en agua, frote delicadamente la mancha desde afuera hacia adentro.
Seque inmediatamente con un paño limpio. No empape la superficie del cuero.
Nunca seque el cuero a la luz del sol o con el secador de pelo.
Para las manchas de sustancias grasas (aceite, salsa de tomate, mayonesa, chocolate), elimine delicadamente la sustancia de la superficie con papel absorbente. Tenga cuidado de no presionar para evitar que la suciedad pueda penetrar en los poros de la piel.
Con un paño limpio, empapado en una solución de jabón neutro muy diluido, frote delicadamente la mancha desde afuera hacia adentro.
Seque inmediatamente con un paño limpio. Use exclusivamente agua y jabón neutro, que no dañan las texturas.