Que el frailejón, una planta de los páramos del norte Andino, crece hasta tres metros de altura y cuando hace frío las hojas se bajan para cubrir el tallo o que el sigse, que nace en quebradas, en la época de la Colonia se usaba para cortar el cordón umbilical del recién nacido . Son historias que los niños conocen en un recorrido por el Jardín Botánico de Quito. Allí educadores como Paola Viláñez ayudan a sus dirigidos a descubrir los secretos de la flora de la Costa, los Andes y la Amazonia.
El miércoles, los alumnos del octavo de básica del Colegio Don Bosco registraron lo que más les sorprendió de las 2,5 hectáreas del Jardín. A menos de un metro de distancia encontraron palmeras, chacras amazónicas o parcelas de cultivos andinos.
Las cámaras de video, fotografía y celulares ayudaron a los estudiantes como José Bastidas, Brayan Llerena y Ángelo Sorvilla a llevarse de recuerdo los ecosistemas tales como el bosque nublado, el páramo, el humedal…
A Manolo Sánchez le impresionó el orquideario. “Hay una gran cantidad de plantas… no hay contaminación”. Allí se exhiben 300 especies de orquídeas, según la educadora Alicia Arias. Mientras Kevin Padilla caminaba por los senderos, le impresionó el trinar de las aves que llegan al jardín, como colibríes, mirlos o gorriones. También le sorprendieron las plantas carnívoras. Adentrándose en el Jardín por sinuosos senderos observó pequeñas lagunas donde sobresale el anaranjado de los peces carpa koi. Tras dos horas de recorrido, los estudiantes coincidieron que fue una experiencia educativa y relajante. “Aquí no hay contaminación, es un lugar para reencontrarse con la naturaleza”, comentó Paúl Romero.