Theofilos Toulkeridis explica a sus estudiantes de Geología la formación de la cueva. Foto: Ramiro Aguilar/El Comercio
En total oscuridad, Theofilos Toulkeridis se arrastra por el lodo para pasar por un espacio de 50 cm de altura. Sus manos, cubiertas con guantes de caucho y lana, palpan cuidadosamente varias rocas gigantes que esconden tarántulas y escorpiones.
Bajo la corteza terrestre, estalactitas y estalagmitas, esculpidas por gotas de aguas durante miles de años, decoran, cual velas derretidas, la cueva Castillo.
En Napo, esta cueva poco explorada por el ser humano se ha conservado durante decenas de miles de años. Sin embargo, a mediados de este año, sus secretos serán uno de los atractivos cercanos al Tena.
“Estamos arreglando los accesos, los senderos y reforestando la parte de atrás de la cavernas, para los turistas. Y lo más importante, estamos tomando las medidas necesarias para conservar la ecología de la cueva (motivo por el cual el público aún no puede acceder a este sitio)”, dice Ulises Gutiérrez, director de producción del Consejo Provincial.
La linterna sobre el casco de Toulkeridis alumbra una araña negra del tamaño de la palma de una mano. “Las arañas escorpión poseen antenas tan largas como su propio cuerpo, para poder palpar en plena oscuridad”, explica a sus estudiantes de Geología.
La cueva, denominada Castillo por la familia que protege este lugar, es una caverna que tiene ramales, que se han formado por la presencia de pequeños riachuelos. Con una extensión de 450 m de largo, en ella se pueden encontrar dos especies de murciélagos, una de vampiro, grillos, arañas, ranas, peces y cangrejos.
Si se tiene suerte, se observan plantas transparentes o blancas que no necesitan de la luz solar. Así, “constituye una de las cavernas con gran potencial turístico”, según el III Simposio Internacional de Espeleología en el Ecuador.
El paisaje geológico del oriente del país, al contrario que el del occidente, es un laberinto subterráneo de cuevas, grutas y cavernas. Toulkeridis explica que hace 75 millones de años, cuando el mundo era habitado por los dinosaurios, Ecuador estaba sumergido bajo el mar. Mientras que el oriente solo era agua y arena, en el occidente se extendía una barrera coralina inmensa, que ahora ha quedado plasmada en fósiles de conchas y corales.
Archidona y Tena, en Napo, son las zonas más atractivas para el turismo de espeleología. Esconden lugares que aún no han sido explorados; y especies de animales, plantas, hongos y bacterias aún desconocidas para la ciencia.
Por el momento, se han explorado 22 formaciones subterráneas, potenciales turísticos en la provincia, según el Simposio. En el país, existen alrededor de mil cuevas, de las cuales solo un centenar ha sido explorado, dice el geólogo.