Cevallos y Kingman son docentes de la carrera de Artes Visuales de la Universidad Católica. Foto: Patricio Terán/ EL COMERCIO.
Las tensiones entre el arte moderno y el arte contemporáneo marcaron los procesos de producción, circulación y consumo artístico en el país durante la década de los 90. Un período poco estudiado y que estuvo marcado, entre otras cosas, por la crisis bancaria y sus repercusiones políticas, sociales y culturales.
Durante los últimos cuatro años, los académicos Pamela Cevallos y Manuel Kingman se han dedicado a hurgar en lo que sucedió en la década de los 90 en el mundo del arte local, a través de una investigación bibliográfica y de archivo, sobre todo, de notas de prensa, información de catálogos y entrevistas con artistas, galeristas, críticos y coleccionistas.
El resultado de este trabajo titulado ‘Modernidad y Contemporaneidad: arte ecuatoriano en los años 90’ está condensado en los 12 ensayos que formarán parte de un libro que se publicará el próximo año.
A los ensayos escritos por Cevallos y Kingman, entre ellos ‘El campo del arte en disputa: posicionamientos contemporáneos y convocatorias artísticas en el Ecuador en la década del noventa’, publicado en la revista de la Universidad Complutense de Madrid, se sumarán textos escritos por María Ángela Cifuentes, Lorena Cisneros, Diego Núñez, Christian León, María del Carmen Oleas, Malena Bedoya y María Fernanda Cartagena.
En la investigación estos autores sostienen que, en la década de los noventa, prácticas artísticas como la fotografía, el performance y la instalación se abrieron paso en medio de una escena local donde lo pictórico mantenía una fuerte influencia. “En esos años -dice Kingman- la pintura seguía teniendo un fuerte peso en el país. Sin embargo, se empieza a concebir una idea expandida de la pintura”.
Cevallos aclara que esta investigación no cuenta la historia de artistas sino de procesos. Entre ellos, los que se empezaron a suscitar en la Facultad de Artes de la Universidad Central -el único espacio académico dedicado al arte que existió en la ciudad hasta 1997, cuando se abre la carrera de Artes Plásticas, de la Pontificia Universidad Católica-, gracias a las reflexiones de artistas y catedráticos como Pablo Barriga y Mauricio Bueno.
En lo local, Kingman destaca el papel que tuvieron espacios como El Pobre Diablo y la exposición colectiva ‘Bancos e Individuales’, que se realizó en 1999. A estas propuestas se suman ‘Banderita Tricolor’ o ‘Tiro al blanco’, una intervención colectiva organizada por Marcelo Aguirre, en el 2000.
En su investigación, estos docentes, también abordan la crisis que sufrieron la Bienal de Cuenca, que pasó por una serie de déficits presupuestarios y un aplazamiento en 1993, y el Salón Mariano Aguilera, que en esa década tuvo siete ediciones. Los artistas empezaron a reclamar que en estos espacios se incluyera visiones más contemporáneas del arte.
Esta investigación fue presentada en el ciclo de conferencias Arte e Investigación que se realizó en el Centro de Arte Contemporáneo, a inicios de julio, de este año.