Daniel Salazar es un yachak y experto en hacer sonar la bocina, especialmente para los rituales de sanación. Foto: Modesto Moreta/ EL COMERCIO.
El sonido similar al de una trompeta se escucha a todo volumen en la comunidad de Chilcapamba de la parroquia Salasaka, en Tungurahua. Es la bocina, que volvió a escucharse en este sector indígena del cantón Pelileo. Lo hizo Daniel Salazar, un experto en hacer sonar este instrumento musical.
Al soplar emite los sonidos agudos entre largos y cortos. Esa fue la señal con que la gente comenzó a concentrarse en la plaza central del pueblo para iniciar la fiesta del Paukar Raymi.
Salazar cuenta que a pesar de que hay altoparlantes, teléfonos celulares y otros aparatos electrónicos, la bocina sigue siendo el instrumento autóctono indispensable en las comunidades campesinas e indígenas de Tungurahua.
“La gente se guía de acuerdo con el sonido que emitimos. Este instrumento elaborado del cacho de toro aún se utiliza para convocar a las mingas, sesiones, reuniones de trabajo de la comunidad, para las fiestas, emergencias de salud, pospartos, matrimonios”, cuenta Salazar.
Antes para la comunicación en las comunidades se usaba el humo y este instrumento elaborado con los cachos del ganado bravo aún no domesticado. Estos eran los medios que se utilizaban.
Salazar heredó una de las bocinas que confeccionó su abuelo José Herrera y hace dos años elaboró otros dos instrumentos. “Para el yachak y los taitas de la comunidad es un instrumento sagrado porque sus sonidos atraen las buenas energías de los cuatro elementos de la vida: el agua, fuego, viento y el sol. Eso nos ayuda en la sanación”.