Artesanías recuperan leyendas chamánicas en el Museo Mindalae

El artesano es uno de los fundadores de la Corporación Entzaya  Ainz Jea. Foto:Cortesía Mindalae

El artesano es uno de los fundadores de la Corporación Entzaya Ainz Jea. Foto:Cortesía Mindalae

Francisco Aranda es uno de los fundadores de la Corporación Entzaya
Ainz Jea. Foto:Cortesía Mindalae

Lleva una gorra azul, una camisa blanca y unos pantalones de una talla más grande de la que debería utilizar. Francisco Aranda, de 63 años, llegó a Quito para exponer sus artesanías en el Museo Mindalae.

Desde sus ocho años ha tallado la madera para plasmar los cuerpos de animales que protagonizan las historias y creencias de los pueblos indígenas amazónicos. De padre Achuar y madre Shiwia, Aranda cuenta que nació en Kapawi, Pastaza. A sus 15 años empezó a conocer el mundo chamánico junto a su tío.

Cuenta que durante los rituales, los chamanes están sentados sobre un animal y se convierten en diferentes espíritus de la selva para predecir el futuro. Su fascinación por este mundo lo llevó a investigar sobre los curanderos de diez nacionalidades indígenas amazónicas.

A pesar que nunca quiso practicar ritos espirituales, su arte siempre se relacionó con sus prácticas. Aranda construía bancos sobre los lomos de animales tallados en madera para los chamanes.

En las culturas prehispánicas ya existían los bancos o duhos donde los chamanes se sentaban para meditar. De acuerdo con un estudio de José Vicente Rodríguez, hay registros arqueológicos de figuras que representan a los sabios sentados sobre elementos tallados con figuras de animales, con las manos sobre las rodillas y expresiones impávidas.

Para explicar esto, el artesano se levanta y coge un asiento con forma de tortuga. “Antes solo representaban las cabezas de los animales. Pero yo ahora tallo el cuerpo entero del lagarto, de la tortuga, del tigre, cuerpo de boa”.

Uno de los mitos que destaca Aranda es ‘El lagarto que hizo el milagro’. Cuenta la leyenda que en la Amazonía vivían dos hermanos, Cuyor y Yancuan, que hacían milagros con la medicina y tenían los poderes de los animales. Recorrían los ríos de la selva en canoa, pero no siempre disponían de una. A veces pedían ayuda a un lagarto de cuatro metros, al que llamaban abuelo, para que puedan cruzar por el agua.

En una jornada, uno de los hermanos pateó al animal en el hocico. Este le mordió y le dejó sin pierna. El otro hermano corrió en su auxilio y le cubrió la pierna con plantas medicinales.

Botó a la laguna miles de hormigas comejenes para secarla y hallar al lagarto con la pierna. El hermano se acercó a pedirle de favor que la devolviera. El lagarto respondió: “cuando se hace favor no se burla”. El que estaba sano logró pegar la pierna al herido.

“Entonces ese es el milagro que hizo”, concluye Aranda. Por esta historia, los chamanes relacionan al lagarto con el poder y la fuerza que nadie puede vencer.

Aranda pretende plasmar estas historias a través del arte. Con este fin fundó el centro de acopio artesanal Corporación Entzaya Ainz Jea de Pastaza, en el Puyo. Uno de los objetivos es fortalecer la identidad cultural mediante la producción de artesanías típicas de la zona.

Suplementos digitales