El investigador y pedagogo Pablo Guerrero, en el archivo. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO
Este viernes, en un acto que se realizará en el Centro de Arte Contemporáneo (CAC), el compositor ecuatoriano Mesías Maiguashca realizará la donación de un archivo digital de 20 gigabytes, en el que se incluyen 50 obras sonoras de su autoría, al Archivo Equinoccial de la Música Ecuatoriana.
Este repositorio de la memoria, que físicamente está ubicado en la planta baja de una casa ubicada en Pomasqui y que es propiedad del investigador y pedagogo musical Pablo Guerrero, cuenta con 20 mil documentos que narran la historia del quehacer de la música en el país, desde el siglo XIX.
Entre los documentos que se vienen acumulando en este archivo desde los años ochenta hay partituras, cancioneros, libros, discos de pizarra (también conocidos como discos de piedra o carbón), acetatos, casetes y discos compactos de las distintas expresiones sonoras, entre ellas las del pueblo montubio y el pueblo afro.
Entre los manuscritos una de las ‘joyas’ es la partitura de un Guamán, una creación musical realizada en la primera mitad del siglo XIX, en la que se conjuga sonidos de la música religiosa de la época, con elementos sonoros propios de los pueblos indígenas.
A este documentos se suman partituras de música religiosa, de música popular, y de música de salón como el Fox Incaico, un género que nació de la mixtura entre el fox anglosajón y los elementos musicales de los Andes.
A criterio de Guerrero la existencia de estos documentos ayuda a entender los distintos procesos históricos por los que ha pasado la música que se hace en el país.
Entre las joyas de este archivo también está el disco de acetato Music of the Jivaro of Ecuador, una investigación sonora en la que registra ritos del pueblo shuar; los dos mil discos de pizarra (cada disco tiene grabada una sola canción) en las que se puede escuchar desde yaravíes, sanjuanitos y pasillos; y ‘Los Cantares del Pueblo Ecuatoriano’ una recopilación realizada por Juan León Mera y publicada en 1892.
En este libro se registra una serie de coplas de distintas temáticas entre ellas algunas judiciales como esta: Para el rico que roba harto/No hay ley, ni juez ni prisión/Mas si un pobre roba un cuarto/¡Al panóptico, ladrón!