Los árboles son sinónimo de jardín. Y aunque existen pequeños espacios verdes que no los consideran por su tamaño, estas especies vegetales son las que caracterizan a jardines, parques, plazas, parterres, rocallas, fuentes…
Los árboles son el elemento duradero en un conjunto decorativo con plantas. Con los años, alcanzan madurez y aportan al paisaje que conforman.
Al contrario de los arbustos que, al envejecer, desmejoran su apariencia tornándose fibrosos en demasía, unos árboles bien cuidados siempre aportarán elegancia y estilo a los espacios en los cuales estén sembrados.
En los países europeos y de Norteamérica, las ordenanzas exigen entre 4 y 5 m² de área verde por habitante; y de 10 a 12 m² donde juegan infantes, niños y adolescentes.
Aunque eso puede parecer utópico para el medio, con que se cumpla la Ordenanza Municipal que exige que el 10% de una urbanización o de un barrio debe destinarse a áreas verdes ya tendríamos bastante. Lamentablemente, eso no se cumple estrictamente, aunque para dar una licencia de habitabilidad, el Municipio debería constatar que ese porcentaje se cumpla.
En el arbolado urbano también se observan inconsistencias, que van en contra de lo que estipulan las normas. Se ven árboles que sobrepasan la altura de los cables eléctricos -con
el peligro que eso conlleva- o sembrados a distancias incongruentes: o muy juntos o muy separados.
La Ordenanza Metropolitana 0283, en su capítulo V, dicta normas claras sobre la preservación del arbolado público urbano y las ordenanzas de uso de suelo incluso señalan los tipos de árboles para cada espacio y zona.
¿Qué falta, entonces? Pues que se apliquen las normas existentes, incluidas las sanciones para los malos ciudadanos.