Manuela Hidalgo es la más pequeña de la clase. Tiene apenas 4 años y dos meses. Pero como a otros 15 alumnos se la observa concentrada frente al tablero y a las 16 piezas del ajedrez. A los 2 años y medio, su padre Elvio la inició en este ‘deporte ciencia’.
Ahora es una más del grupo de ajedrecistas de la escuela permanente de Concentración Deportiva de Pichincha, que funciona en la Ladrón de Guevara y Toledo, en el norte de Quito, en la zona del coliseo Rumiñahui. El profesor es el cubano Ramón Echeverría.
El papá de Manuela le enseñó a mover las fichas. Son 16: un rey, una dama, dos torres, dos alfiles, dos caballos y ocho peones. Era difícil que entendiera la concepción de columnas del tablero. Así que hicieron que se metiera en ese mundo como en un juego. Cuando la pequeña cumplió 3 años la llevaron a mirar la partida de Carla Heredia, una maestra de ajedrez de Pichincha y del país.
Ese día, sus padres se contactaron con el instructor, que aceptó recibirla.
Para la familia de la niña, lo más importante es que esta disciplina enseña a cultivar valores. En este juego, como en la vida real, no interviene la suerte, aseguran.
Gana la lógica. El ajedrez enseña sobre tolerancia, también a construir paso a paso un resultado. Siempre se ganan experiencias, conocimientos y la posibilidad de aprender a tomar decisiones, a ser meticuloso, a concentrarse.
Los sábados, de 09:00 a 13:00, quienes estén interesados en aprender ajedrez pueden acudir a las clases para principiantes. Según el profesor Echeverría no solo asisten niños y adolescentes sino también alumnos mayores, a los que les han recomendado esta disciplina para no perder la memoria, para combatir la enfermedad del alzhéimer.
Ese espacio sirve más que nada para que la escuela capte a niños talentosos, con habilidades para concentrarse y enseñarles. Luego, los mejores pasan a otro horario, que requiere más compromiso.
Las clases son de lunes a viernes, desde las 15:00 hasta las 19:00. Todo depende del nivel del participante y de si se entrena para una competencia.
Los chicos o los adultos deben pagar una matrícula de USD 12 y por la capacitación mensual, USD 10.
“Hay casos especiales, de niños pequeños pero tranquilos, que se concentran y permiten dar las clases al resto”, comenta Echeverría, que también recomienda a los padres no preocuparse si no tienen bases para este juego-ciencia. Es lo más común, según advierte.
Él aprendió en Cuba a los 13 años y fue campeón nacional juvenil. Nadie más de su familia sabía algo de esta actividad. Ahora, en su país, de segundo a sexto grado se enseña esta disciplina en las escuelas como una asignatura más.
El campeón del mundo tiene ahora 22 años, señala el profesor. Habla de Magnus Carlsen, de Noruega, quien ganó su título en noviembre pasado.
Hace menos de una semana este joven ajedrecista le ganó una partida a Bill Gates, el hombre más rico del mundo.
Echeverría dice que no todas las personas tienen talento o condiciones naturales para ser campeones. Pero sugiere probar con el ajedrez.
El profesor asegura que al niño debe interesarle el juego, entonces disfrutará. “Aquí logran memorizar 19 variantes teóricas dentro de las partidas, más de 20 jugadas teóricas, por lo que definitivamente ayuda a desarrollar el pensamiento. También permite concentrarse a los más inquietos”, afirma el profesor.