El resultado del referéndum sobre la salida de la Unión Europea ha demostrado que el sentido de aislamiento sigue siendo poderoso en Reino Unido. Foto: Archivo
Allí las ‘public schools’ son en realidad privadas y muy caras. Los pubs o ‘public houses’ no son casas de mala reputación, como podría deducirse de su nombre, sino los bares, considerados instituciones nacionales que identifican al país.
Mientras en la inmensa mayoría de los países del mundo los vehículos circulan por la derecha, allí se maneja por la izquierda. Así es Reino Unido: un país que muchos admiran y hasta tratan de imitar, pero que pocos logran entender. Aunque hacen grandes esfuerzos.
Los británicos se precian de haber sido los iniciadores de la democracia, pero tienen reina y la aman profundamente, apegados por siglos a la monarquía.
Son muy pragmáticos y sencillos en su vida hogareña, pero disfrutan de las ceremonias públicas y del protocolo, a veces pomposo. Allí coexisten los solemnes abogados con sus pelucas y los irreverentes ‘punks’. En ese país nacieron el capitalismo y el liberalismo económico, pero también surgió allí el socialismo.
Así son los británicos: aparentemente contradictorios, extraños incluso para los belgas o los franceses que viven cerca. Y elusivos para el resto del mundo.
La identidad isleña
Reino Unido es una isla ubicada al oeste del continente europeo y separada de él por el llamado ‘Canal inglés’. Allí coexisten tres países: Inglaterra, que ocupa la mayor parte de la isla, Escocia y Gales. Al cabo de una compleja historia, los tres terminaron formando parte, junto con la isla vecina, de lo que se denominó “Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte”.
Sus habitantes tienen identidades muy fuertes. Basta observar a los escoceses, que en muchos sentidos son diferentes que los ingleses. O a los galeses, que tienen una lengua del todo distinta del inglés.
Todos viven asentados en la isla y, manteniendo sus identidades hasta en sus selecciones nacionales de fútbol, han desarrollado también una poderosa identidad común: son británicos, son ‘british’. Parte de esa identidad es una suerte de sentido de aislamiento. Se sienten seguros por estar separados de aquello que llaman ‘the continent’.
El canal y el mar han sido su barrera contra los invasores. La isla no ha podido ser tomada por más de nueve siglos. El último ejército que logró desembarcar y tomar el territorio fue el de Guillermo el Conquistador en 1066, un normando que se hizo con la corona de Inglaterra y consolidó la monarquía más firme del mundo hasta el presente.
Desde entonces, ningún intento de invasión tuvo éxito. En eso fracasaron los imperios y los gobernantes más poderosos. En efecto, Felipe II rey de España, Napoleón Bonaparte y el líder del III Reich alemán, Adolfo Hitler, con sus inmensos ejércitos, no pudieron invadir la isla.
El canal con su perenne frío y su mal tiempo, unido al temple y al sentido de aislamiento de los británicos, los detuvo. Ese aislamiento, ‘isolation’, y el prurito de defender su isla es parte de la identidad británica.
La influencia británica
Pero quedarnos solo con la imagen de la manera de ser isleña de los británicos sería un error. Porque, paradójicamente, su país y su cultura se han extendido por el mundo.
No solo su literatura y pensamiento, sus prácticas comerciales y bancarias, sino hasta los deportes. Los más populares de la tierra nacieron en Gran Bretaña. El futbol, el tenis, el golf son británicos.
Se puede decir que los británicos lograron una inmensa influencia en el mundo porque lograron armar lo que fue en su momento el imperio más grande de la tierra. Pero el hecho es que a fines del siglo XX e inicios del XXI, cuando los años imperiales han pasado, los británicos siguen teniendo enorme impacto.
Se puede profundizar en la historia ya lejana, pero si nos fijamos en los últimos años descubriremos que la influencia británica se ha mantenido.
¿Quién puede discutir por ejemplo que en la música mundial hay un antes y un después de los Beatles? La revolución de los años sesenta fue alentada por la fuerza de ese paradigmático grupo. Pero, además de los Beatles, los Rolling Stones y las grandes figuras del rock, del pasado cercano, también en el presente las bandas británicas son referentes mundiales.
Suele decirse que la comida británica es mala. O simplemente no existe. Pero, aunque hay mucho de cierto en ello, en Reino Unido hay quizá la mayor oferta de cocina internacional y allí se consagran los chefs y los expertos culinarios.
Y desde allí se imponen los modelos culturales del espectáculo audiovisual, empezando por la cocina, pasando por la música y la naturaleza y terminando en los autos.
A los británicos se los considera distintos del resto del mundo, pero sus modos de vida tratan de ser imitados a nivel internacional. Y el impacto de sus realidades es mayor que el tamaño real de su economía.
Rolls Royce se reputa el auto más cotizado. Scotland Yard es considerada la mejor policía del mundo. Reino Unido ya no es la cabeza de un gran imperio, pero si el heredero al trono se casa o se divorcia, esa es una noticia de primera página en muchas partes.
Una paradoja
Se dice que los británicos son celosos de su identidad. Incluso se han criticado actos de racismo. Pero Londres acaba de elegir alcalde a Sadiq Khan, un militante laborista, descendiente de migrantes pakistaníes y musulmán practicante. Khan es el funcionario islámico de más alta jerarquía en Europa.
Aunque en la campaña electoral Khan fue objeto de un duro ataque de los conservadores, que lo acusaron de tener estrecha relación con extremistas islámicos, la mayoría finalmente lo eligió alcalde.
Desde luego que hay racismo y discriminación, pero los londinenses le dieron una lección al mundo por su apertura y verdadera tolerancia. A los musulmanes en particular, porque les demuestra que no es verdad que en Occidente todos tienen prejuicios y los odian.
La separación
El aislamiento de Reino Unido pareció disminuir con la construcción del Eurotúnel, que unió a la isla con el continente por primera vez en la historia. Pero el resultado del referéndum sobre Europa ha demostrado que el sentido de aislamiento sigue siendo poderoso en Reino Unido
Un 52% contra el 48% definió la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Al parecer, lo que más pesó para esa decisión fue el temor de una migración incontrolada y de la competencia de extranjeros en los puestos de trabajo.
Verdad es que en la ciudad de Londres, Escocia e Irlanda del Norte ganó la tesis de permanecer. Y que eso puede tener consecuencias. También es verdad que en toda Europa se ha sentido esto como un golpe a la integración. Pero el camino está trazado. Y los elusivos británicos se disponen a seguir viviendo “fuera de Europa”.