Noruega ha visto la llegada de miles de sirios, iraquíes y afganos que franquearon sus fronteras arriesgando sus vidas. Foto Referencial: Flickr
El ruido sordo de un viejo camión militar y el estridente sonido de las sirenas despiertan sin previo aviso a los que han conseguido conciliar el sueño. Pese al cansancio, tienen que levantar campamento y reanudar la marcha nocturna por los bosques nevados.
La escena no tiene lugar en un país de los Balcanes, sino en Noruega, una de las naciones más ricas del mundo, donde algunos adolescentes se meten en la piel de los migrantes durante 24 horas, la mayoría en el marco de una confirmación civil, una etapa de la vida que marca en los países nórdicos el paso de los 15 años a la edad adulta.
En este país en el que los bolsos de marca y los iPhone más recientes son bienes de consumo habituales entre los jóvenes, este juego de roles intenta abrir las mentes brindando una (modesta) aproximación a la vida cotidiana de millones de personas mucho menos privilegiadas.
“Odio mi vida” , gruñe una joven entre la masa, de pie y somnolienta. El “campamento de la ONU” en el cual han creído encontrar refugio durante la noche, al abrigo de un claro, acaba de ser “atacado” .
En la oscuridad y con el termómetro a cero grados centígrados, hay que reanudar la marcha, engañar el hambre y lanzarse sobre la nieve ante la presencia de focos de luz inquietantes.
Este viaje iniciático comenzó medio día antes en un campamento militar abandonado, cercano al aeropuerto de Oslo, a un tiro de piedra de un centro de detención en el que varios extranjeros esperan su expulsión del país.
Despojados de sus relojes y teléfonos móviles, los participantes, agrupados en “familias” de a 20, deben de acuerdo a un guión muy concreto huir de la violencia de un Sudán imaginario, atravesar fronteras, también ficticias, hasta llegar a Noruega y solicitar asilo.
Apenas unas bolas de arroz les fueron servidas como cena en la noche. La mayoría fueron despreciadas, otras rechazadas por su fecha de caducidad: 1998. “ El poder de una etiqueta ” , suspira en un aparte el “ jefe del campamento de la ONU ” , Jonas Statsengen, uno de los animadores del proyecto, todos voluntarios adultos.
Si bien este juego de roles no nació con la crisis migratoria que sacude a Europa desde el año pasado, ésta le da una resonancia particular. Noruega ha visto la llegada de miles de sirios, iraquíes y afganos que franquearon sus fronteras arriesgando sus vidas.
Desde que el concepto fuera importado desde Dinamarca en 2004, unos 80 000 jóvenes noruegos integraron para sí mismos durante horas los hábitos de los refugiados.
La experiencia ayuda además a despertar las conciencias. “Hemos tenido suerte ” , reconoce una de las participantes, Birgitte Solli, con los ojos hinchados por el cansancio.
El juego de roles concluye con una jornada recapitulativa y de puesta en perspectiva, con videos a modo de apoyo.