Alexandre Fournier y Matias Pilet en el espectáculo Acrobate. Foto: Vicente Costales / El Comercio
Juego – muerte – juego. Juego – muerte – juego. Juego – muerte – juego. O sea, la vida. También puede ser la descripción de la dinámica de Acrobates, el espectáculo de acrobacia/danza/teatro que se presentó anoche, 13 de junio, en el Teatro Nacional Sucre y que hoy se repite en el mismo escenario a las 12:00
Con una puesta en escena impecable, los acróbatas/bailarines Alexandre Fournier y Matias Pilet materializan, con el cuerpo y en perpetuo movimiento, el sentimiento de la pérdida. Pero también el proceso de reconstitución de la vida.
Bajo la dirección de Stéphane Ricordel y con la dramaturgia y fotografía de Olivier Meyrou, durante una hora los intérpretes van dando sentido a las imágenes y palabras de Fabrice Champion. Grosso modo, su presencia virtual en la obra se resume en: el (deseo de) movimiento encerrado en el cuerpo (incluso cuando este ya no se volverá a mover) te convierte, invariablemente, en acróbata.
Desde las butacas, por momentos, se puede experimentar la sensación de haber caído en un agujero negro. Esa es la imagen que Champion utiliza en el video, que se proyecta durante la pieza, para describir lo que sintió al caer al piso durante una función acrobática. Nunca más pudo volver a moverse de la cintura para abajo.
El relato planteado por Acrobates, de un rigor y virtuosismo físicos de alto nivel, se potencia con la propuesta visual (dentro de los códigos del mapping) de Meyrou y la música incidental diseñada por Francos-Eudes Chanfrault para la obra. Hay mucho de asombro, de goce, de angustia (otra vez, la vida) que se transmite a través de estos recursos.
Cuando Pilet y Fournier bailan, saltan, se deslizan sobre la estructura perpendicular y desmontable alrededor de la cual gira toda la puesta en escena –como va diciendo una voz en off– ya no se sabe si están arriba o abajo, si están subiendo o cayendo. Su presencia se vuelve paradójica: inasible y densa a la vez. Cobran la cualidad de los fantasmas.
En todo el despliegue físico, sobre todo de la última parte del espectáculo, está condensada una metáfora corpórea de la amistad; resumida en la confianza. A Pilet, Fournier y Champion los unía una amistad, que tras la muerte del último recibe este homenaje bautizado como Acrobates, que es lo que son ellos, incluso si no se pueden mover o apenas hacerlo parcialmente; incluso cuando hayan muerto.
En resumen: Acrobates es un espectáculo de corte poético y enorme expresividad física, que transciende la pirotecnia de la acrobacia, para hermanarse con el peso conceptual del teatro experimental, armado de la belleza de la danza.