Primer round: Prefecto de Cañar
En 2015 Edward llegó a su casa, ubicada en el sector de Conocoto, con una noticia que no solo le llenó de alegría a él, sino también a su madre; por fin entrenaría box cerca de su hogar. Mariana Arciniega siempre quiso que alguien en su familia sea boxeador, alguna vez uno de sus tíos lo fue y desde ahí le nació la afición por el deporte de los cuadriláteros.
Arciniega tiene suerte, a dos de sus tres hijos les gusta el boxeo. Edward, que fue campeón nacional en 2017, y también su hija Inge que fue la primera seleccionada en la historia del cantón Rumiñahui. Su afición por este deporte le ayuda a no angustiarse cuando su hijos están combatiendo, de hecho, lo disfruta porque para ella el boxeo es solo “un deporte más”, lo dice con la voz firme, pero serena.
Segundo round: La lucha de una madre detrás de un campeón nacional
Mariana Arciniega debe levantarse a las 05:00 todos los días y despertar a su muchacho, que a veces no quiere dejar la cama, luego prepara el desayuno de su hijo y lo envía a entrenar. Edward comienza su preparación a las 07:30, pero su madre le exige que llegue antes al gimnasio de la Liga Cantonal Rumiñahui, para ella la puntualidad y la disciplina son las mejores cualidades que le puede enseñar a su muchacho.
Este es solo el inicio de la jornada que Arciniega enfrenta día a día. Mariana no solo trabaja y cuida de sus hijos, también estudia y su meta es obtener el título de bachiller. Coincidencialmente, se encuentra cursando el décimo año de básica, el mismo que su hijo, entre ellos se hacen consultas sobre las materias y lo que están aprendiendo.
Ella resalta que, a pesar de ser una mujer adulta, continúa con sus estudios y ese es el ejemplo que quiere dejar a sus muchachos. “Tu puedes lograr lo que te propongas, sin importar nada” le dice muy seria a Edward, mientras él asiente con la cabeza.Su preparación académica la combina con su trabajo, ella cuida un terreno en el sector de La Moya, en Conocoto, revisa que nadie entre a este espacio y que no crezca demasiada maleza.
Arciniega tiene un carácter fuerte, así como los golpes de su hijo, pero Edward pierde su fortaleza cuando agradece a su madre por “siempre esta ahí”, mientras su voz se quiebra. Al ver a su pequeño conmovido por la gratitud, Mariana también llora, luego seca sus ojos y cuelga del cuello de su pequeño la medalla dorada que meses atrás obtuvo en los Juegos Nacionales. Es solo un acto simbólico porque, gane o pierda, para ella Edward siempre será su campeón.
Tercer round: El apoyo a la distancia a un campeón nacional
Edward Jurado recibió un golpe recto, después un gancho de derecha y luego silencio. Cuando el boxeador sintió que ya no podía seguir peleando escuchó un grito que le decía: “¡Dale, Edward, dale con fe, concéntrate en la pelea, eres un campeón!”, era la voz de su madre alentándole desde las gradas del Coliseo Centenario de Cayambe.
Esas palabras llenaron de adrenalina el cuerpo de Jurado, se repuso y logró asestar tres golpes certeros, que le ayudaron a completar los tres puntos necesarios con los que derrotó a su rival de Puerto Quito. Con esa victoria se convirtió, por primera vez, en uno de los seleccionados de Pichincha para los Juegos Nacionales de Menores en 2016, ese era uno de sus sueños.
Su hijo pudo cumplir una de sus metas y ellas estuvo ahí, pero en el siguiente ocasión, cuando participó en los Juegos Nacionales de Menores del 2016, no pudo viajar junto a él. Tampoco pudo estar en los Juegos del 2017 cuando Edward se proclamó campeón nacional de boxeo en la división de 54 kilogramos, en diciembre del año pasado al derrotar al esmeraldeño Lian Martínez con un puntaje de 3 – 2. Arciniega no pudo estar por su trabajo ya que hubiese tenido que abandonar el terreno que cuida por más de cinco días.
Aquella mañana del 2017, Jurado buscó a su madre para recuperar las fuerzas y no escuchó su voz, pero sus palabras estaban ahí resonando en su cabeza, recordándole que es un campeón y que debe mantener la concentración. Cuando por fin logró la victoria, recordó el día en el que su mamá le llevó por primera vez al coliseo de la Liga Cantonal Rumiñahui y le dijo al entrenador Manuel Díaz “me va a ver seguido por aquí” y nunca más dejó de acompañar a su hijo.