Se conoce como guerra fría el enfrentamiento ideológico entre la Unión Soviética y los Estados Unidos -y sus respectivos bloques- que comenzó después de la segunda guerra mundial y terminó al caer el muro de Berlín, unificarse Alemania y entrar en crisis el imperio soviético. Entonces prevalecía la desconfianza entre las grandes potencias y la geopolítica mundial se basaba en el mutuo terror atómico. Fue la época de las alianzas militares -OTAN y Pacto de Varsovia- y de la cortina de hierro. La ONU, creada para propiciar la paz y el desarrollo, empezó a ser utilizada para propaganda política. El Consejo de Seguridad, responsable del cuidado de la paz, perdió su eficacia a causa del “veto”, es decir del antidemocrático privilegio de sus cinco miembros permanentes, de bloquear cualquier decisión en la que uno o más de ellos no estuvieren de acuerdo.
Hasta el año 2009, se habían depositado 215 vetos, siendo la Unión Soviética-Rusia y los Estados Unidos los que más lo hicieron, 124 y 84 veces, respectivamente. Al terminar la guerra fría, el Consejo trabajó sin vetos hasta 2003, movido por el nuevo espíritu de cooperación que permitió, inclusive, preparar la “Agenda para la Paz”.
En el caso de Siria, el Consejo de Seguridad, impulsado por la opinión pública mundial que condena la violencia represiva -más de 20 mil muertos, niños torturados y asesinados, amenazas de usar armas químicas, evidencia de crímenes contra la humanidad- se ha pronunciado tres veces, en octubre 2011, febrero y julio 2012. Ha buscado que el gobierno sirio coopere en la solución de la crisis, amenazándole con sanciones. Los proyectos de resolución fueron vetados por Rusia y China, cuyos delegados alegaron que sus textos preparaban futuras intervenciones militares en asuntos internos de Siria. Muchos calificaron como un fracaso del Consejo su falta de acuerdo. Kofi Annan, que cumplía una misión de paz que le confiaran la ONU y la Liga Árabe, tuvo que renunciar. Su sucesor, el argelino Brahimi se enfrenta a lo que ha definido como una “misión imposible”.
Ante la inoperancia del Consejo, la Asamblea General, en diciembre último, “condenó la violación grave y sistemática de los derechos humanos” en Siria. En agosto, rechazó la represión en Siria y apremió a todos los países a tomar medidas concretas para detener la guerra civil. Ban Ki-moon comparó el caso de Siria a los de Bosnia y Ruanda y afirmó que la eficacia de la ONU estaba sometida a prueba. Si bien las resoluciones de la Asamblea no son vinculantes, tienen una indudable autoridad moral.
El veto, un rezago de la guerra fría, ha vuelto a presentarse en el Consejo de Seguridad y la actitud de algunos países -entre ellos el Ecuador- parecería recrear el escenario de luchas y alianzas ideológicas de entonces.