El señor José Mario Ruiz Navas tiene todo el derecho de decir lo primero que se le pase por la cabeza; derecho del que gozamos quienes vivimos en Estados que respetan la libertad de expresión, incluso cuando eso que se nos pasa por la cabeza es un absurdo mayúsculo. ¿Y el Monseñor José Mario Ruiz Navas tiene derecho a decir lo primero que se le pase por la cabeza? Pues sí, también tiene ese derecho, lo que no tiene es perdón de Dios ni de la Iglesia cuando eso que se le pasa por la cabeza, y dice, le niega condiciones humanas a un grupo de personas por su orientación sexual (no al menos del Dios de los católicos, que dicen que dijo: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”).
Va un tip de relaciones públicas básicas: un representante de la Iglesia Católica -con título nobiliario y todo- no puede expresarse de manera ligera y desinformada respecto de un tema que toca fibras íntimas de tantas personas (que además forman parte de su feligresía). De un Monseñor se espera algo más, porque se supone que para llegar hasta ese lugar de la jerarquía eclesiástica ha leído y vivido mucho. Nadie pide que un Monseñor apadrine el matrimonio igualitario (aunque sería un hermoso acto de cristianismo radical), pero sí que sea, al menos, diplomático.
Mi recomendación: contraten a alguien que les haga relaciones públicas y controle la calidad de los textos con los que se van a comunicar con el resto del mundo. Me ratifico: Monseñor Ruiz Navas tiene derecho a decir lo que quiera, pero la Iglesia tiene derecho a vigilar (y mejorar) lo que se diga a su nombre.
Podría ser que a la Iglesia no le interesen estas minucias y prefiera seguir perdiendo fieles al por mayor. Esa también es una opción. Porque supongo que algún prelado se habrá dado cuenta de que esos “gais y lesbianas” de los que habla con negligencia Monseñor Ruiz Navas son hijos, hermanos, padres, madres, tíos del 90 por ciento o más de sus fieles. ¿Le importa a la Iglesia cómo se siente alguien cuya familia es maltratada de palabra, obra u omisión por una institución en la que cree?
Los últimos días, muchas voces han pedido la censura del artículo de opinión ‘Actualidad de gais y lesbianas’, que Monseñor Ruiz Navas publicó recientemente en El Universo, porque consideran que se trata de un acto de incitación al odio. Pero censurar las ideas de alguien -aunque sean abominables- no es la solución. La abogada especializada en Derechos Humanos Daniela Salazar tiene un punto que comparto: una opinión absurda, “fundada en estereotipos/ignorancia” se combate “con más expresión, no con censura”. La censura a uno, abre la puerta a la censura a todos, y por cualquier razón.
Así que, sean señores o monseñores, yo estoy a favor de la libertad de expresión; siempre. Eso sí, oremos, hermanos, para que todos pensemos un poco más antes de abrir la boca o de lanzarnos -entusiastas- al teclado.