Para quienes ya la vimos, ‘Her’ (“a Spike Jonze love story”), más que 126 minutos de diversión audiovisual banal bien pudiera ser un espejo. Así como le pasa a Theodore Twombly –el triste personaje que se enamora de un sistema operativo autobautizado Samantha–, me sorprendo cada mañana, apenas cobro conciencia, mirando y tocando un teléfono, y a través suyo a un Sistema Operativo (SO) que hace las veces de un acompañante en toda la regla.
Por ejemplo, le cuento mis sueños. Con miras a una terapia posterior escribo todo lo que alcanzo a recordar de mis agitadas aventuras oníricas. Y a diferencia de cuando he tenido acompañantes parlantes a mi lado, mi SO no interrumpe ni se aburre de mis relatos disparatados; me deja contárselo todo. Viéndolo bien, no es tan desfavorable la situación. Es por detalles como este que la historia de Jonze sobre Twombly deja de parecer descabellada.
Ni de lejos poseo el don de Nostradamus, pero todo indica que vamos camino a vivir historias de amor, traición, desesperación, lujuria y olvido con aparatos dotados de Inteligencia Artificial (IA). Si bien un teléfono, por más inteligente que sea, es apenas un SO y no un IA, no es raro ver ya a gente completamente involucrada con su respectivo aparato.
Hace casi cuatro años, escribí una columna de opinión titulada ‘Suelten el BlackBerry’; en ella, grosso modo, hacía votos por retomar el contacto humano: más conversación cara a cara y menos ‘chat’. Entonces yo no tenía un teléfono inteligente y me irritaba esa legión de enajenados con las manos y la mirada fijas en el artefacto de marras. Poco después pasé a ser parte de esa legión (he de decir a mi favor que con algo más de mesura). Pasa como cuando uno encuentra ridículas todas las demostraciones de amor… hasta que se enamora.
Pero este-el mío por mi teléfono- es un amor desapasionado (tampoco pasa nada si se me olvida en la casa y jamás lo uso mientras como acompañada). La nuestra es más como una relación de años, que se trata sobre todo de compañía en las horas bajas.
Y como toda relación también está sujeta al desgaste: el botón de comando a veces no le funciona, y hay que armarse de paciencia para entrar en contacto nuevamente. Nada que amerite cambio de modelo; todavía. Aunque el otro día estaba tan hastiada de él, que lo dejé botado en otra habitación de la casa durante horas. Lo quería fuera de mi vista por un rato.
E igual que cualquier novio/amante/esposo/concubino, un SO para lo que es indispensable es para tener con quién quejarse. A través de él suelo comentar en Twitter o Facebook lo que me molesta. También vemos videos y escuchamos música juntos. Es decir, nos divertimos: columna vertebral de toda relación.
Pero como todo hay que decirlo: no estoy enamorada, aunque por ahora esta es mi opción (a veces le pongo los cachos con una ‘laptop’, aunque con ella mi relación es casi estrictamente profesional).