Un ejemplo. “No solo estoy dispuesto a entregar el poder después de cinco años, supongamos que después de dos resulta que soy un fiasco, fracaso o cometo un delito, un acto de corrupción o algo que justifique mi salida del poder, entonces estaría dispuesto a hacerlo. Basta con el medio de comunicación que tiene el Estado, el canal 8, (pero) hay que repotenciarlo, ponerlo a trabajar en función de la educación nacional, de los valores nacionales, los demás canales (los privados) tengo las mejores relaciones con ellos, deben seguir siendo privados, que se amplíen y profundicen. No los vamos a nacionalizar, queremos dar facilidades a los capitales privados internacionales para que vengan a invertir en las más diversas áreas. Aprovecho de hacer un llamado a todo el mundo, yo no soy el diablo, voy a trabajar con todos los países de América Latina, de Norteamérica y del mundo entero. Cuba sí es una dictadura, pero yo no lo puedo condenar por el principio de derecho internacional.”
Otros ejemplos. Son innumerables, comienzan con el eufemismo del sacrificio por la patria y por el pueblo (obviamente sin que nadie se los exija). Me voy a mi casa si me demuestran que soy un mentiroso, meto las manos al fuego por mi amigo y camarada. Solo viviré con el modesto sueldo que me asigna el Estado, incluso firmaré un decreto para que se me rebaje el salario y nadie gane más que yo. Jamás volveré a ser candidato a nada, no volveré a trabajar en la función pública, me dedicaré a mi familia, a leer y caminar por las calles como cualquier ciudadano libre de la patria.
El primer ejemplo corresponde a Hugo Chávez en medio de la euforia por su primera elección ganada. Su segunda reelección se constituyó luego en un misterio de Estado por causa de su enfermedad y solo sirvió para que la revolución bolivariana se asegure un poco más de tiempo en el poder. El segundo de los ejemplos es mucho más conocido, universal o de dominio público, como dice el lugar común. Lo encontramos desde la Centroamérica sandinista o la antillana tierra de Martí, hasta la Patagonia. Poder y ego, dos características que lo único que requiere es un poco de carisma y también verborrea. ¿Cómo se entiende que Donald Trump esté en una posición tan expectante para ganar las elecciones en EE.UU.?
El educador e investigador Fausto Segovia citó recientemente en su blog de EL COMERCIO a Aristóteles: “…la verdad y la mentira son temas inconfundibles, pero en la práctica son los vocablos que más han confundido al género humano. La lucha por la verdad produjo salvadores, víctimas y victimarios”. Es que antes, como indica Segovia, en los colegios se enseñaba lógica y ética, incluso educación cívica. Es difícil pedir honestidad a los políticos, pero es fácil intuir si es que revisamos la historia y nos informamos mejor.