Esa imagen de un hámster dando vueltas incansables tratando de escalar dentro de un carrusel que no tiene principio ni fin es lo que más se parece a una idea que publicó Toku Ihara en Twitter: “Quien ve en la ciudadanía izquierdas o derechas no entiende o no le interesa entender la ciudadanía”. Un día antes, el mismo tuitero había escrito: “Ni de izquierda ni de derecha, sino todo lo contrario: democrático”.
Hace muy pocos días recordaba que cuando estudiaba en la Universidad Central, primero sociología y luego periodismo, me pasaba casi todos los días, al menos unas cuatro horas, en la biblioteca leyendo El Capital, de Karl Marx (1818-1883), texto obligado y casi bíblico escrito por un alemán para que traten de aplicar sus ideas sobre el capital y el trabajo, pero lejos, o lo más lejos posible de Alemania.
De aquellas lecturas me quedó claro que el filósofo militante comunista desarrolló una teoría destinada, mediante la lucha de clases, a poner fin a la “dictadura de la burguesía” y construir la “dictadura del proletariado”. Como estudiantes entendíamos entonces que para conseguir ese objetivo teníamos que salir a las calles a gritar consignas en contra de la CIA y lanzar piedras a la fachada de la Embajada norteamericana.
Era nuestra particular lucha de clases de finales de los años setenta e inicios de los ochenta. Todo ha cambiado de una manera vertiginosa. Al tuit inicial sobre la ciudadanía respondí con otro que decía: “A eso nos han llevado los políticos, para quienes Lenin sigue vivo y el Muro de Berlín no se ha caído”. Me acordaba también de la película alemana ‘Good bye, Lenin’ (Wolfgang Becker 2003); el mundo había cambiado pero la vieja militancia socialista se resistía a abrir los ojos a la nueva realidad.
Así como la analogía del pequeño roedor que puede pasar la mayor parte de su corta existencia dando vueltas para no llegar a ningún lado, está ocurriendo en algunas sociedades cercanas. El poder, que no puede ser lo que es sin los votos de los ciudadanos, es el que se encarga de marcar el territorio a la ciudadanía, la encasilla en izquierda o en derecha, en buenos o en malos, en irreconciliables pese a que asisten a la misma iglesia y donde el mismo cura.
Miremos nuestro entorno primero y también en los alrededores para que analicemos si hacemos lo mismo que el hámster. Por aquí José María fue cinco veces presidente, Balaguer en República Dominicana fue tres veces jefe supremo, incluso con un período de 12 años entre 1966 y 1978. Lo volvieron elegir cuando tenía 80 años y estaba casi ciego pero, como todo hombre, murió el 2002 cuando había cumplido 95 años, en caso contrario los dominicanos seguirían eligiéndolo. Y ahora la hija de Fujimori quiere ser presidenta y Alan García desea un tercer período. Ah, pero es la ciudadanía la que elige.
@flarenasec