Seis expresidentes de la República coincidieron en la opinión contraria a la reelección indefinida y a la cuestionada aprobación, por parte de la Asamblea Nacional, del paquete de las llamadas “enmiendas” a la Constitución, entre las cuales consta el absurdo cambio del concepto de la comunicación de derecho al de servicio público.
Diario El Universo informó el domingo último que, en respuesta a preguntas que les formuló, el arquitecto Sixto Durán Ballén manifestó que “no es aceptable que la Presidencia sea infinita, como si fuera un reinado… La Constitución dice que solo puede haber una reelección inmediata y si quería hacerse eso debía hacerse mediante consulta popular”; Abdalá Bucaram: “Quienes piensan en la reelección indefinida piensan en la dictadura, en la tiranía… Es ridículo que un Congreso sometido al Ejecutivo pueda disponer reformas constitucionales”; Lucio Gutiérrez: “La reelección indefinida es lo más cercano a una dictadura… La Constitución manda que una reforma debe ser consultada al pueblo”; Rosalía Arteaga: “La reelección indefinida va en contra de uno de los principales elementos de la democracia, que es la alternabilidad”; Gustavo Noboa: “Soy demócrata y creo en la alternabilidad. Ni siquiera debiera haber reforma…”; Alfredo Palacio: “En los gobiernos debe haber alternabilidad de personas e ideas. Puede haber tal vez una reelección y no a renglón seguido…”.
Voces autorizadas, respetables que merecen atención y que se suman al criterio de la enorme mayoría de la ciudadanía, como demuestran las encuestas, de que asuntos tan importantes, como el de la reelección indefinida, etc., no debían ser manejados con tanta estratagema, similar a la del pasado político que se estigmatiza, sino con una consulta popular, como manda la Constitución, elaborada por ellos mismos. Pero era evidente un revés y pesaron más las obsesiones del oficialismo, para lo cual, inclusive, se introdujo, en forma extemporánea, una enmienda a la enmienda: la transitoria de que la reelección presidencial no regirá para los comicios de 2017, para exteriorizar así que no se quería favorecer al actual Mandatario.
La afirmación del economista Correa, formulada en la última sabatina, de que está “dispuesto a estar donde me necesite el proceso histórico de la revolución ciudadana, pero no es arrogancia, no es soberbia, con un adecuado trabajo venceremos con otro candidato en el 2017”, avala la especulación de que se estaría planeando que tercie en el 2017 como candidato a asambleísta, luego de lo cual sería elegido Presidente de ese organismo, desde donde continuaría dominando las diversas funciones del Estado o, como dicen las malas lenguas, como “dueño del país”.
Mientras tanto, la oposición sigue dispersa y todavía no surgen líderes carismáticos que en realidad aglutinen fuerzas suficientes para lograr éxito en las contiendas electorales que se avecinan.