Solo el desconcierto puede explicar la serie de innecesarios desatinos cometidos por el Gobierno en las últimas semanas.
Es cierto que la falta de recursos -a los que estuvo acostumbrado a manos llenas- es un problema que debe encontrar una solución, lo menos costosa posible, no solo en términos económicos sino sociales y políticos. Para eso son necesarias la tranquilidad y la sensatez, la tolerancia ante las críticas y los reclamos, aún si fueran infundados, y no más confrontación.
Los constantes enfrentamientos con los miembros de las Fuerzas Armadas, la ligereza ministerial en relación con temas lamentables y dolorosos, las referencias a la enfermedad del asambleísta Larriva, desafiliado del movimiento gubernamental, los comentarios desabridos en relación al reclamo de Solca por la falta de entrega de recursos, las lamentables alusiones y amenazas a Flacso y a la Universidad Andina, son perlas que no debieron cultivarse, precisamente en momentos en que encontrar solución a los problemas de la economía requiere del concurso de todos.
Se ahonda el problema originado por la diferencia de precio en la compra del terreno al Issfa, con alusiones impropias que pueden ocasionar conflictos en una entidad inevitablemente jerarquizada. No hay que jugar con fuego. No por salirse con la suya se debe desconocer que el negocio, realizado “de buena fe” entre entidades del sector público, tiene como fondo que el Issfa está desfinanciado. Las alusiones a las altas pensiones de retiro y la publicitada igualdad entre oficiales y tropa no solo que no solucionan el problema, sino que pueden agravarlo.
Concebidas como asociaciones de personas interesadas en la vida de la sociedad, sin afán de lucro, las organizaciones de la sociedad civil son útiles para el mejor funcionamiento de las cosas. Ese es el caso de Solca, que desde hace 62 años constituye un apoyo efectivo a la salud pública y desempeña un papel fundamental en la atención a las personas que padecen cáncer. Hay muchos casos de organizaciones no gubernamentales ejemplo de labor fructífera y eficiente, que al desaparecer o transferir el manejo a una entidad pública, pierden efectividad o se interrumpe el servicio o la obra en marcha.
Nunca es el prejuicio el mejor consejero para solucionar problemas y menos en momentos álgidos como los que vive la economía; ni tampoco las descalificaciones, por las que quien maneja recursos públicos está impedido de opinar.
Así como hay entes privados ineficientes y corruptos, hay entes públicos que lo son. Y hay entes privados y públicos eficientes y también honrados. En el caso de Solca, no se ha sabido que haya negociado terrenos que valen 7 millones en 48, sin que por eso merezcan el calificativo de samaritanos o corruptos quienes lo hicieron.
El país afronta problemas serios. Para resolverlos, lo que requiere el concurso de todos, ni el desconcierto ni la falta de humildad son los mejores consejeros.