Pequeñito y todo. Multiétnico y pluricultural, el de las decenas de nacionalidades, algunas inciertas, que cubren espacios de tiempo que van desde el neolítico a la era del conocimiento, la actual. País de prodigios, el nuestro.
Investigadores científicos de la Universidad Técnica de Loja, Carlos Espinoza y Omar Cabreja, han sido considerados de méritos suficientes para formar parte de un equipo internacional encargado de estudiar los ecosistemas semiáridos y áridos del planeta. En el European Journal of Endocrinology (2012, 166, 521-529), sale publicado in extenso un trabajo realizado por el científico nacional Jaime Guevara Aguirre y colaboradores (ecuatorianos y norteamericanos), con el que se logró identificar un nuevo cuadro clínico con todas sus características bioquímicas, radiológicas y moleculares. En estos días, el Centro Internacional de Zoonosis de la Universidad Central, que dirige el investigador Washington Benítez, cumple 10 años en los que ha producido estudios reconocidos por la comunidad científica internacional.
Los compatriotas involucrados en tales prodigios representan al sector de la sociedad que desde los tiempos de Maldonado y Espejo perdió el sueño por hacer también nuestras las modernidades que se iban sucediendo con sus adelantos científicos y tecnológicos. Aquel noble empleo les supuso a quienes eligieron ‘el V Regimiento en la primera línea de fuego’ superar problemas básicos y limitaciones de todo orden, a pecho descubierto y hasta hace poco sin apoyo oficial. Son los ecuatorianos del siglo XXI.
En la acera opuesta, hecho también asombroso, los que se quedaron rezagados y no por voluntad propia, de lo cual estoy convencido. Esas comunidades indígenas con sus ‘saberes ancestrales’: la piedra de moler granos; las cocinas de leña, que dan calor a la habitación en donde también se duerme, con sus piedras grandes (tulpas) que sostienen ollas y tiestos de barro, se cuece una alimentación deficitaria y monótona, se come con cuchara de palo; esos telares bíblicos; esas yerbas que son eficaces en no más, creo yo, del 10% de las patologías. Esos niños que se mueren a montones en manos de brujos y yachacs. La Edad de Bronce en los Andes, completo desde la reintroducción de llamingas y alpacas que fueron traídas de Perú y Bolivia hace 10 años y hace más de 600 por los incas con un final de pesadilla: los inmensos rebaños de camélidos que tan bien se adaptaron a los páramos ecuatorianos, desaparecieron por la inopia de los conquistadores españoles.
Un sueño para todos, el sumak kawsay, el buen vivir. Un prodigio el lograrlo en el país pequeñito en el que tal sueño tiene connotaciones abismalmente diferentes para quienes viven en la posmodernidad y aquellos cuyas existencias transcurren empantanadas en edades pretéritas.