El reciente viaje del presidente Correa a Europa permitió aclarar, en algunos aspectos, su posición sobre las negociaciones con la Unión Europea. El Presidente demoró años hasta identificar las reales conveniencias del Ecuador.
O necesitó de todo ese tiempo para vencer las resistencias al interior de su propio Gobierno, o consideraciones de política le hicieron dar marcha atrás cuando el esporádico proceso de negociación había logrado progresar: cualquier hipótesis no resta ni méritos ni importancia a los recientes pronunciamientos de Correa, especialmente cuando asegura que procurará llegar a un acuerdo al terminar el primer trimestre de 2014.
¡El Ecuador lo necesita! Al finalizar el próximo año terminarán inexorablemente las preferenciales arancelarias SGP Plus de las que ahora gozan los productos ecuatorianos para ingresar a Europa, lo que representaría un pago de hasta 400 millones de euros y la consiguiente pérdida de competitividad.
Parece que el Ecuador ahora sí está resuelto a negociar, lo que ha venido reclamando en todos los tonos la sensata opinión pública. Sin embargo, aún quedan en el Gobierno quienes creen que la economía debe basarse en un proceso endógeno de desarrollo. Y tienen tanta influencia que no han sido reemplazados en funciones que no cumplieron con eficacia, aunque sí han aceptado sumisamente ver cortadas sus atribuciones.
Queda por verse si los diplomáticos europeos van a dar crédito a la nueva posición del Ecuador. Los repetidos cambios de criterio generaron en el pasado una desconfianza que habrá que conseguir que sea reemplazada por un acto de fe, poco a poco corroborado por los hechos.
El Ecuador debe tener presente que todo acuerdo con Europa requiere una visión compartida de los derechos humanos y la voluntad de respetarlos y promoverlos. Que no vaya a ocurrir que eventuales progresos en el área del comercio se frustren por declaraciones o acciones en contra de los sistemas mundial o interamericano de derechos humanos. Que se reflexione sobre las razones por las que Turquía, potencia geopolítica euro-asiática, no ha visto hasta ahora abiertas las puertas de la Unión Europea.
Finalmente, hay que reconocer la importancia de Europa como cliente de los productos ecuatorianos y, al mismo tiempo, defender con firmeza nuestros intereses. En tal sentido, sin cambiar su criterio sobre el libre comercio, el Gobierno puede asumir una posición pragmática y armonizar lo que el Ecuador necesita con lo que Europa exige. Ese es el meollo de una negociación en el fondo de la cual, para obtener éxito, las dos partes deben ceder y ver razonablemente satisfechas sus respectivas posiciones. Defender la soberanía hablando menos de ella: he aquí un buen consejo elemental que suelen dar los que saben del oficio.