Sorprende lo poco que ustedes conocen sobre nosotras las mujeres. La circulación de ideas ambivalentes campea aún: las mujeres hemos estado –y debemos seguir estando- al servicio y devoción de nuestras parejas para darles su “merecido” descanso después de las “arduas tareas” que cumplen para ganarse el sustento de la vida. El desvío a estas normas de cumplimiento y expectativa tienen respuestas de violencia: van desde el abuso psicológico hasta el incremento abrumador del femicidio.
Las mismas instituciones culturales, supuestamente de alto nivel, siguen insistiendo en proyectos y programas que ensalzan los roles (tradicionales) que debe realizar la mujer. Las celebraciones del Día de la Mujer, la misma “celebración”, son vergonzosas.
Para cumplir, los museos o centros de cultura apuran sus agendas en la que conste una muestra de mujeres por el mes de marzo, un conversatorio. Sin embargo, estas “presencias” en su gran mayoría no cuestionan el sistema de fondo, son tareas de maquillaje, lo hacen edulcoradamente por cumplir.
Visibilizar la potencia de mujeres de manera frontal, atrevida, valiente, es una tarea imprescindible. En este marco, justo es reconocer y valorar nuestra luchas reivindicatorias anteriores; la gran mayoría olvidadas y dispersas.
Esto es precisamente a lo que apunta la exhibición internacional “Radical Women. Latin American Art 1960-1985” que se presentó en el Hammer Museum en Los Angeles. Estas mujeres “radicales” fueron pioneras de nuevos lenguajes experimentales, y desde los (sus) cuerpos y subjetividades mostraron el rechazo, la exclusión, la brutalidad de las sociedades machistas, racistas, sexistas, que vivían.
La tarea tras telones al construir esta compleja muestra radicó en descubrir a las artistas en sus diversas comunidades, no solo aquellas que vivían en centros de gran circulación del arte, sino en comunidades pobres y aisladas; encontrarlas y reactivar obras en soportes frágiles o pensadas como efímeras. Y hacerlo mediante un montaje sugerente e interpelador. Una de sus curadoras, la venezolana radicada en California, Cecilia Fajardo-Hill nos visita en Quito, en un programa singular creado por el Centro Cultural Metropolitano: poner en jaque la labor de curadores de reconocimiento internacional. A propósito de “Mujeres radicales”, habla ampliamente sobre la represión de la memoria.
Mostrar desde las cartografías del cuerpo, los lugares sociales, la erótica o los feminismos, son algunos de los ejes temáticos que se manejan en la exhibición a punto de ser reabierta en el Museo Brooklyn de Nueva York.
Las instituciones culturales ecuatorianas – dirigidas en gran porcentaje por mujeres- estamos en deuda con nosotras mismas. Hace falta revisitar la labor de artistas que actuaron “radicalmente” desde la década del 90.