Todo régimen político se sostiene en una base electoral. Precisamente por ello, los procesos eleccionarios implican la construcción de mayorías electorales que puedan ser representadas por actores concretos. La mayoría electoral que configuró el correísmo no nació con la primera elección de Rafael Correa a la Presidencia, en octubre y noviembre de 2006, sino que se configuró desde el poder con la consulta popular de mayo de 2007 para la convocatoria a la Asamblea Constituyente de Montecristi.
Esta mayoría se articuló en función del rechazo generalizado del país a la llamada partidocracia y canalizó todo un conjunto de demandas sociales que, de una u otra manera, se concretizaron en el nuevo texto constitucional.
Sobre su base, el Gobierno de la revolución ciudadana ha administrado el Ecuador en estos años de bonanza; sobre ella ha ganado nueve procesos electorales consecutivos; y sobre ella ha legitimado su régimen autoritario de concentración de poder y su modelo político estatista.
El deseo del oficialismo, como ocurre con todos los grupos que buscan perpetuar su situación de privilegio, es que esa mayoría electoral se mantenga inalterada; que continúe activa no solo para ganar elecciones, sino para anular a todos sus contendores políticos y ahogar la protesta y movilización social.
Empero, la sociedades son cambiantes y la política es, incluso, más flexible y líquida. Y la mala noticia para nuestros revolucionarios del siglo XXI es que su mayoría electoral ha comenzado a desinflarse y que una nueva mayoría está en ciernes y, probablemente, se manifestará en las elecciones de 2017. Varios antecedentes comprueban esta hipótesis.
El primero, sin duda, fueron las elecciones seccionales de febrero de 2014, las mismas que significaron un serio revés para AP en varias circunscripciones electorales clave. El segundo constituye el resurgimiento de las movilizaciones sociales, cuya expresión más clara se dará el próximo 1 de mayo. Y, finalmente, el tercero, es el terror del oficialismo a que se realice cualquier consulta popular sobre las enmiendas constitucionales. AP sabe que si hay consulta los resultados le serían desastrosos. Y aquello, a un año de las elecciones generales, enviaría al electorado el mensaje inequívoco de que el sol de la revolución ciudadana ha comenzado a ocultarse.
Estos elementos nos dan para pensar que el Ecuador podría iniciar una nueva fase política. Esta nueva mayoría es aún ambigua y difícil de definir. Se compone de múltiples descontentos y expresiones de rechazo al modelo imperante.
Sociológicamente, la conforman todos los sectores afectados por las políticas del correísmo. Allí hay profesores, médicos, jubilados, trabajadores, indígenas, empresarios. No tiene todavía representación en ningún actor electoral, ni exhibe aún un programa político. Pero está allí. Se mueve. Ya no cree en el estado de propagada. Se cansó de la retórica presidencial. Crece cada día.
No sé si esta nueva mayoría electoral llegue a cuajar hasta el 2017.
El Gobierno hará lo imposible para provocar su aborto. Pero si el intento del oficialismo fracasa, aquello traerá consigo el fin de esta etapa y, ojalá, el retorno de la democracia al Ecuador.
@cmontufarm