Como muchos ecuatorianos, me opuse al ALCA y luego también a la suscripción de un TLC o tratado de libre comercio con Estados Unidos. No porque crea que debemos estar en principio contra todo tratado comercial, sino porque esas dos alternativas no le convenían al Ecuador, sobre todo a su proyecto histórico de integración andina y sudamericana.
Pero, por el contrario, siempre me pareció muy conveniente para el país, que se realizara un tratado de asociación con la Unión Europea, que no es lo mismo que el TLC con Estados Unidos. En efecto, desde el inicio, los europeos plantearon en su momento a los países de la CAN, un acuerdo entre bloques de integración, respetando y no rompiendo los compromisos de la integración andina, incluyendo componentes políticos y de cooperación internacional.
Lastimosamente, una confusa e inconveniente política del Gobierno coadyuvó a la decisión de Bolivia de impedir un acuerdo colectivo entre la UE y los países de la CAN en su conjunto. Sin que se dieran razones de fondo, cuando Colombia y Perú avanzaron en sus negociaciones, nuestro país simplemente las suspendió. Un par de años después, el Gobierno anunció que, al fin y al cabo, si tenía la intención de llegar al acuerdo con la Unión Europea y se reiniciaron las conversaciones.
En días pasados, una sorprendente declaración del Vicecanciller ha provocado una nueva suspensión de las conversaciones. El asunto no quedó claro, pero parece que los responsables de la contraparte europea quieren tener un signo claro de las reales intenciones de nuestro gobierno sobre el tratado con la UE.
Aparte de considerar que situaciones como la creada son un mal paso en las relaciones exteriores, debemos decir que un acuerdo comercial con Europa no es cosa de juego, sino una necesidad nacional. Se trata de un bloque comercial con el que tenemos un enorme monto de intercambio, que dicho sea de paso, nos es favorable y sube cada año; que hay un importante componente de cooperación, y que se mantiene el ánimo europeo de no perjudicar, sino más bien de promover, nuestros procesos de integración con los vecinos de Sudamérica.
Desde luego que hay que negociar. Y con energía. A nadie se le ocurre que debamos aceptar sin más las condiciones de los delegados de la UE. Habrá que lograr los mejores acuerdos en temas duros como propiedad intelectual y compras públicas. Pero hay que tener voluntad de hacerlo. Y no boicotear esta política desde dentro. Eso solo nos perjudica, sobre todo porque parece que hasta en el Gobierno existe la convicción de que se debe llegar a un acuerdo con los europeos, sino que nos deja sin salidas ante situaciones graves y concretas.
El anuncio de la visita del canciller a la Unión Europea es una buena señal. En este caso podemos sino desear con todo entusiasmo que le vaya bien.