La confesión fue del político más influyente de Brasil en el siglo XXI, Luiz Inacio Lula da Silva: “Evo (Morales) me preguntó cómo quedarían ustedes si nosotros nacionalizamos Petrobras; respondí que el gas es de ustedes y fue así que nos comportamos, respetando la soberanía de Bolivia”. Eso ocurrió en mayo del 2006, el primer anuncio del Mandatario boliviano apenas se posesionó fue la nacionalización del sector de hidrocarburos que, en el caso de Petrobras, había invertido más de 2 000 millones de dólares en plantas de extracción de gas.
Los militares bolivianos ocuparon las refinerías, las plantas industriales, todo. Lula, como siempre, se comportó muy generoso con los recursos del Estado brasileño, especialmente con los de la estatal Petrobras que se convirtió en “caja chica” del Partido de los Trabajadores (PT) para pagar favores políticos. La mayoría de los máximos dirigentes del PT fue a parar a la cárcel, pero Lula, hasta hoy, sigue respirando aires de libertad. Algunos creen que no por mucho tiempo; sin embargo, no sería extraño que nuevamente se presente de candidato el 2018 y el PT continúe en el poder. La mayor economía de América Latina pasa ahora por una de sus peores crisis económicas.
Para nadie es desconocido que quien lideró la campaña para reelegir a Dilma Rousseff fue Lula. Aquí aparece otro escándalo, muy grave, que pudiera derivar en la destitución de Dilmay de su vicepresidente Michel Temer. Se los acusa de abuso de los recursos públicos durante la reciente campaña, uso indebido de cadenas nacionales de radio y TV, manipulación de indicadores económicos, utilización arbitraria de edificios públicos para actos de campaña y, como un cáncer sin control, el desvío de dinero de Petrobras para abastecer la caja de la campaña electoral.
Es tan complicado el laberinto político que, en el supuesto de que se comprueben todos los fraudes y se llegue a la destitución de la Presidenta y del Vicepresidente, no hay quién asuma el poder por un detalle importante: el actual presidente del Congreso, Eduardo Cunha, a quien correspondería esa responsabilidad, también está bajo observación porque tiene una cuenta no declarada en Suiza. Cunha, afiliado a un partido aliado del PT, supuestamente recibió propinas por filtrar información reservada en una operación financiera de Petrobras en Benín, África.
Igual que todo político cuando se ve acorralado, Dilma comenzó a manejar el discurso de la víctima de un golpe de Estado que la quiere sacar del poder. Aunque los tiempos han cambiado, la destitución de un mandatario no es extraña en Brasil que, poco después de superar la dictadura militar (1964-1985) un presidente, Fernando Collor de Melo, tuvo que dejar el poder por un escándalo político en el cual, curiosamente, también tuvo protagonismo Petrobras.