Durante la campaña electoral nos informamos de todo, especialmente de lo negativo que como seres humanos tenían los candidatos presidenciales y que obviamente todos tenemos. En los recorridos por los diferentes medios, en los debates, en los “conversatorios” preguntaban de todo, incluso por sus gustos gastronómicos; si preferían la guatita, el encebollado o el cevichocho. En ese universo de curiosidades fueron muy pocas las alusiones a la literatura, a la música clásica, a la pintura. Pocos se tomaron la molestia de indagar sobre estos temas y no precisamente la televisión que, se supone, tiene mayor impacto en el pueblo. Diario EL COMERCIO, en un reportaje de su sección Cultura, recomendó cinco libros indispensables para el candidato que llegue al poder.
El gran mérito de este informe es que cada uno de los cinco escritores nacionales (Marcela Ribadeneira, María Fernanda Ampuero, María Fernanda Heredia, Óscar Vela y Juan Pablo Castro) sugiere, desde su experiencia literaria, lo que sería el libro indispensable que no puede ser soslayado por el futuro Presidente. Estos son los títulos: Quijote de la Mancha (Miguel de Cervantes), Magallanes (Stefan Zweig), Desgracia (JM Coetzee), El ruido del Tiempo (Julian Barnes) y Catch – 22 (Joseph Heller). Los escritores citados tienen toda la razón, esas obras son fundamentales. Sin embargo, faltó un libro magnífico, que puede marcar diferencias, porque deja lecciones fundamentales, especialmente en los políticos autoritarios, sean de izquierda o de derecha y que aman al poder más que todo lo que contiene el mundo.
El libro que no está en la lista nos revela a un dictador único, carismático, controla el comportamiento de cada uno de los integrantes de una sociedad que es vigilada, que no puede pensar ni opinar, que debe someterse al Gobierno; deja muy en claro que “nadie llega al poder con la intención de renunciar a él”. Los miembros del Partido único viven en un continuo frenesí de odio a los enemigos y a los traidores internos; el pasado es lo que dicen los archivos, pero se altera como lo desea el Partido que, incluso, se mete en la vida privada, en el sexo, en el placer.
Esa sociedad perfecta la dirige el Partido único con su Ministerio de la Verdad y mediante su “minuto diario de odio”; su plan de acción se resume en: “La guerra es la paz, la libertad es la esclavitud y la ignorancia es la fuerza”. Esa sociedad fantástica y perversa tiene también un Ministerio de la Verdad, otro del Amor, de la Abundancia y, como si fuera poco, una Policía del Pensamiento. Así es el país del Hermano Mayor o del Gran Hermano que escribió George Orwell poco antes de morir, en 1950. Es la escalofriante novela ‘1984’, la obra que ningún político debería ignorar, además de ‘Rebelión en la granja’, del mismo visionario Orwell.