Todos los sentidos en los que se califica a una obra de ‘excepcional’ convienen al libro cuya edición acaba de ser culminada por el Consejo Nacional de Cultura, y cuya Secretaría Técnica la desempeña, con creatividad y erudición, el Dr. Irving Zapater. De hecho Zapater ha promovido y ejecutado ya varias obras interesantes y originales, tales como la colección fotográfica del siglo XX, también las Memorias del Premio Eugenio Espejo, la colección ‘Letras en la prensa ecuatoriana’, etc., pero la más reciente obra “forma excepción de la regla común”. Más allá de las calidades de la impresión gráfica, de lo que se trata es de la reproducción de todos los artículos que sobre nuestro país aparecieron en la revista francesa de viajes Le Tour du Monde, la más célebre de todas las que de esta índole se publicaban en nuestro planeta, durante el siglo XIX y los comienzos del siglo XX.
El estudio introductorio y la traducción misma de las crónicas desde el francés hasta el castellano fueron confiados al doctor Jorge Gómez Rendón, quien se desenvolvió con toda solvencia.
Los artículos en torno del Ecuador se publicaron entre 1835 y 1912 y fueron escritos por seis autores diversos. El primero es nada menos que el titulado ‘El archipiélago de Galápagos’ y corresponde a Charles Darwin. Luego viene la narración de Ernest Charton identificado como “trotamundos y pintor, ideólogo de la revista”; años más tarde Edouard André, botánico; posteriormente Charles Wiener, que se dedicaba a las investigaciones arqueológicas; después Santiago Basurco, referido a las cuencas de los ríos Cayapas y Santiago, en Esmeraldas.
Debido a los años de la narración, el 1911 y el 1912, tienen actualidad e interés, el escrito y las fotografías, de Louis Baudin, que aluden a los trágicos episodios ocurridos hace un siglo, el asesinato del general Eloy Alfaro y varios colaboradores. Hasta la presente publicación, Baudin era mucho más conocido por su obra ‘El Imperio socialista de los Incas’, compuesta una década y media más tarde.
De los dos artículos de Baudin, el primero se dedica a describir a Quito, sus clases sociales y algunas costumbres notorias, mientras que el segundo narra la situación política a lo largo de los meses finales del “alfarismo”. El autor conoció al Viejo Luchador: hace un revelador apunte de su psicología -“…Era uno de esos hombres que no retroceden ante nada para conservar el poder y sacrifican su vida tan fácilmente como la de otros para lograrlo”- y también alusiones a su aspecto físico. “Su estatura pequeña y su tez oscura revelaban cierta ascendencia indígena… Sus sentimientos hacia la familia eran profundos. Su coraje y su desprecio a la muerte eran admiradas por sus propios enemigos…”, y la falta más grave que los quiteños le reprochaban era haber pasado por alto en sus subordinados toda clase de abusos y arbitrariedades: ¡eterno claroscuro de toda vida humana!