En el uso común estos dos términos parecería que significan lo mismo, pero hay una diferencia importante que conviene resaltar. El jefe es la persona superior o la cabeza de una corporación, tiene que ver con el grado, como por ejemplo en el Ejército; también se denomina jefe a la autoridad superior de un país, de ahí se deriva Jefe de Estado. En cambio patrón denota a un protector o la persona que manda en una embarcación, en una hacienda, incluso es similar a capataz porque vigila-controla a cierto número de trabajadores.
Parto de la impresión que me dejó el incidente entre Lenin Moreno y un periodista por el título que él ahora ostenta. Creo que no fue más que un desaguisado expresado durante el fragor de los resultados electorales. Los títulos no convierten a las personas en buenas o malas, un nombramiento o una elección tampoco. Cuando Lula da Silva alcanzó el poder no se vanaglorió de nada, simplemente resaltó que era el primer Jefe de Estado brasileño que llegaba a la Presidencia (2002) sin tener título universitario y sin hablar inglés ni francés. Fidel Castro siempre prefirió que le digan compañero. Los jefes, de Estado o lo que fuere, deben administrar sanamente ese cargo temporal. La primera premisa es nunca ostentar o usar esa condición como si fuese más importante que su nombre, porque pierden el respeto de sus subalternos. Esto lo escuché en esos famosos ‘coaching’ que las empresas contratan para capacitar a sus empleados.
Durante mi vida laboral nunca escuché a ninguno de mis jefes poner sobre alguna discusión su título de director. Y puedo citar, si la memoria no me falla, a Carlos Vera, Benjamín Ortiz, Jaime Mantilla, Guadalupe Mantilla o el jefe italiano que tuve cuando trabajé en Brasil. La imprecación “es que yo soy tu jefe, me respetas porque soy el jefe”, según los ‘coaching’ lo único que logra es disminuir el respeto. Por eso insisto en el desaguisado porque conocí a Lenin Moreno cuando llevaba a cabo una de las más importantes misiones para sacar del olvido a las personas con capacidades físicas diferentes. Para ese delicado propósito no necesitaba, ni su condición de vicepresidente, ni mucho menos de su título de licenciado, doctor o lo que fuere, sino una fuerte vocación de servicio al prójimo.
Respetuosamente a Lenin Moreno le manifiesto que las ideas no se pueden imponer a guisa de un cargo pasajero o de un título académico, peor aún en un país dividido y en crisis. No tiene por qué parecerse a su antecesor ni a nadie porque cada liderazgo es diferente; no necesitamos un patrón y sí un Jefe de Estado que no excluya a nadie. Por eso es bueno recordar las palabras que alguna vez expresara el escritor portugués José Saramago: “El hombre más sabio que conocí en mi vida no sabía leer ni escribir, era un campesino, era mi padre”.
@flarenasec