Después de casi una década de gobiernos de izquierda en América latina, se puede decir que el panorama de las llamadas izquierdas latinoamericanas es múltiple y diferenciado. Desde posturas de corte etnicista-milenarista como en el caso boliviano, a derivaciones nacional-populares como las neo-peronistas de Cristina Fernández en Argentina; desde el jacobinismo populista del bolivarianismo venezolano, a posturas tecnocrático-populistas como las de Correa en Ecuador; o a tecnocráticas inclusionarias, como en el Brasil de Lula y Rousseff, o de Bachelet y Lagos en Chile, con las correcciones libertarias de la izquierda uruguaya liderada por José Mujica.
Se trata de gobiernos cuya estabilidad en el poder obedece a la implementación de políticas expansivas de gasto y redistribución, soportadas principalmente por los ingresos generados por la explotación de las materias primas en un contexto económico global favorable.
La desaparición del presidente Chávez del escenario político de la región podría estar mostrando las primeras señales de debilidad de la coalición bolivariana; la derrota de las tesis del Ecuador frente al Sistema Interamericano de Derechos Humanos, que pretendía reducir el garantismo a escala regional, terminó por aislar a los integrantes del ALBA frente al resto de países de la región.
No es la situación de las izquierdas tecnocrático inclusionarias (Brasil, Uruguay y Chile) donde la tecnocracia se enfoca en el objetivo de la redistribución de la riqueza y la inclusión, sin atropellar las instituciones democráticas y sin limitar las libertades individuales. Estas experiencias parecerían gozar de buena salud, lo cual se evidencia en la inminente reaparición en el escenario de la ex presidenta Bachelet, la segura reelección de Rousseff y la continuidad en el poder de la izquierda uruguaya.
Pero donde más resalta el contraste y la diferenciación entre las izquierdas regionales es al comparar el régimen ecuatoriano y el uruguayo. Mientras el primero intenta limitar la garantía de los derechos fundamentales (ataques a la libertad de prensa, criminalización de la protesta social), el segundo se caracteriza por promover los derechos fundamentales (libertad de opinión y defensa del principio de división de poderes), mientras es vanguardia en la profundización de los otros derechos (despenalización del aborto y del consumo de drogas, legalización del matrimonio gay, laicidad del Estado entre otros).
Pero, ¿Qué significa ser de izquierda en este contexto tan diferenciado, en el cual muchos de los rasgos que caracterizan a estas experiencias son contradictorios e incluso excluyentes entre sí? ¿es suficiente la autoproclamación de estos gobiernos como de izquierda para catalogarlos como tales?