Cuando Xavier Lasso estaba en funciones de ministro de Relaciones Exteriores interino, en entrevista publicada en la edición de EL COMERCIO, el 13 de septiembre del 2015, él habría expresado “a partir de la igualdad vamos a discutir de libertad. La miseria aniquila y los sectores sociales mayoritarios han estado rodeados de miseria. Cuando me planteo la discusión entre igualdad y libertad, prefiero la igualdad”.
La preocupación es que se caiga en la perversión que ha caracterizado a los gobiernos totalitarios: falsas democracias con el pretexto de que por la concentración del poder se “garantiza” la mejor distribución de la riqueza, a cuyo fin todo vale para mantenerse en el poder.
En el enlace del sábado 19 de septiembre del 2015, según lo publica el diario El Telégrafo, el presidente Correa habría expresado que el gran pecado social de América Latina es la desigualdad, puntualizando que esta “se elimina no produciendo más, sino distribuyendo mejor”.
Generaciones de latinoamericanos admiramos a la Revolución Cubana, en su dignidad, enfrentando el bloqueo norteamericano. En los hechos, las circunstancias llevaron a que la igualdad se obtenga en un nivel de severas limitaciones, aun cuando hayan garantías básicas en educación, salud y alimentación. Muchos de los que salieron de la isla no lo hicieron por razones ideológicas, sino por alcanzar un mejor nivel de calidad de vida.
Por eso, las preguntas inmediatas son ¿en qué nivel socioeconómico se debe alcanzar la igualdad? ¿Qué calidad de igualdad puede imponer el Estado? ¿En la pobreza? ¿O en mejor calidad de vida?
No ha habido en la historia de la humanidad una sociedad que haya alcanzado plena igualdad. Los gobiernos totalitarios, que han tenido el discurso de afectar a la inversión privada, para propiciar una mejor distribución, lo que han hecho es establecer una categoría de privilegiados que son los de los entornos del poder, sin arriesgar inversión.
Los casos de Europa del Este –la Unión Soviética y otros países que se definían como comunistas- China y otros países asiáticos y también africanos, son patéticos. Se bajó el telón y se subió el telón, y aparecieron fortunas multimillonarias.
Las políticas públicas no deben ser solo para distribuir lo que ya existe, deben vincularse con impulsar la producción y que así crezca la economía, con seguridad jurídica, no amenazando todas las semanas que va a caerse encima de las empresas que sean eficientes en su productividad y en los resultados.
En la coyuntura actual, el Ecuador debe enviar señales positivas de estabilidad jurídica y económica a los que pueden ser factores de la producción. Depredarlos, agraviarlos, amenazarlos, puede llevar a la pérdida de la iniciativa productiva.