En su acepción más simple la mentira es lo contrario a la verdad; no figura entre los siete pecados capitales definidos por el cristianismo. Solo para refrescar la memoria esos pecados son: la soberbia, la avaricia, la envidia, la ira, la lujuria, la gula y la pereza. Tomás de Aquino planteó la siguiente definición: “Los pecados o vicios capitales son aquellos a los que la naturaleza humana está principalmente inclinada”.
Hace pocos días se difundió una noticia a través de las redes sociales que daba cuenta que el popular personaje de la televisión internacional Mario Kreutzberger, más conocido como Don Francisco, había fallecido en un hospital de Miami. Lo increíble era la precisión de la noticia. Incluía el nombre del nosocomio, las causas de la muerte, el nombre del médico que lo atendió en la sala de emergencias y la fuente era una importante cadena internacional de TV.
Las mentiras más delirantes comienzan desde períodos precoces de la vida con el famoso cuento de que el lobo se tragó a la abuelita de la Caperucita roja. Pero digamos que ese cuento es parte de la fábula infantil y que se trata de una moraleja que quiere expresar el escritor. Pero ya en el mundo real, en el de la lucha por el poder, las mentiras se transforman en una herramienta irracional que intenta convencer a los receptores del mensaje.
Hace cuatro años el presidente Maduro deslumbraba a la humanidad con la mayor primicia que el ser humano podía imaginar. Con rostro compungido nos contaba que al comandante Chávez la CIA le inoculó el cáncer y por eso se murió. Esta fábula política muchos se la creyeron. Cada persona está en su derecho de creer o no lo que le cuentan, pero científicamente esa posibilidad es inverosímil.
Vamos ahora a otro ejemplo real, pero fantástico. En una de esas páginas de la web que inundan el ciberespacio se revivió la posibilidad de que si uno de los dos candidatos que disputa la presidencia de la república gana las elecciones, en el Ecuador se va a instaurar el Plan Cóndor. ¿Leyó bien estimado lector? Solo para refrescar la memoria, el plan de marras fue una operación militar coordinada entre gobiernos de facto de Argentina, Chile, Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia entre los años setenta y ochenta. Otros gobiernos, entre ellos Ecuador, Colombia y Venezuela no se plegaron a ese siniestro acuerdo que detenía a opositores políticos para torturarlos o desaparecerlos.
Fueron los años más sangrientos que asolaron a las democracias de América Latina; coincidió también con la Guerra Fría, con el muro de Berlín y otros tantos fenómenos sociopolíticos que en la actualidad solo a una mente perversa o paranoide se le puede ocurrir que se repita. Seamos serios, el poder es importante para los políticos, pero no es sanollegar al delirio para alcanzar esa meta.