Si la felicidad dependiera de los ministerios, solo ecuatorianos y venezolanos alcanzarían la felicidad porque los dos países tienen ministerios de la felicidad y el mayor número de ministerios, 32 Venezuela y 30 Ecuador.
La eficacia no depende, por desgracia, del número de ministerios, ni del número de burócratas.
Los gobiernos democráticos, se dice con picardía, cuando encuentran un problema, crean una comisión para resolverlo; pero otra broma dice que un camello no es más que un caballo diseñado por una comisión. Los socialistas del siglo XXI, en lugar de crear comisiones crean ministerios, pero tampoco resuelven los problemas porque la eficacia no depende del número de oficinas ni de la cantidad de burócratas.
El número de ministerios tampoco depende de la población. Uruguay es el que menos ministerios tiene (13), seguido de Panamá (15), México (17) y Argentina (17), hasta Brasil que, con 200 millones de habitantes, tiene solo 24 ministerios.
El incremento de organismos implica también el aumento de burocracia y, otra vez, Venezuela y Ecuador son los que más burocracia han incrementado. Venezuela incrementó en un 83% en una década, 319 empleos por día. Ecuador incrementó, en los ocho años de la revolución ciudadana, 120 000 empleos; 41 burócratas por día. Los dos países son los más afectados por la caída de los precios del petróleo. Venezuela está en crisis tan profunda que los propios amigos están tratando de ayudar a bien morir al gobierno de Maduro.
Ecuador está en mejor situación, probablemente gracias a la dolarización que protege el poder adquisitivo de los salarios. El Gobierno, sin embargo, se niega a reducir el tamaño del Estado y apela al viejo truco de trasladar a los ciudadanos el costo de la crisis. Se habla de imponer aranceles a los productos que vienen de otros países. En lenguaje puro y duro significaría hacer pagar a los ciudadanos mayor precio por los productos, otra forma de reducir el valor de los salarios.
La palabra burocracia viene del francés buró, significa el gobierno de las oficinas, o gobierno de los ministerios. El burócrata solía ser entrenado en el respeto al ciudadano; se le decía que puede ser castigado si trata mal a los ciudadanos, pues ellos pagan la burocracia. La revolución ciudadana dio la vuelta a la tortilla y ahora colocaron en todas las ventanillas un cartel que le dice al ciudadano que puede ser castigado si trata mal al burócrata.
El exvicepresidente Lenin Moreno expresó, con exquisito comedimiento, su opinión sobre temas de actualidad; el oficialismo, al parecer, ha descartado su candidatura presidencial porque una burócrata de Alianza País se permitió cuestionar públicamente sus opiniones señalando: “Ha planteado una serie de conceptos públicos con los cuales no estamos de acuerdo, no responden a la línea política del movimiento”.
lecheverria@elcomercio.org