Si algo deja como lección las elecciones del domingo en Colombia, es el estrepitoso fracaso de las firmas encuestadoras. Seguramente vendrán las explicaciones y más de uno ensayará tesis estrambóticas para explicar su fallida previsión. Otro de los mitos que parece evaluaron es que el voto no se endosa. El candidato ganador de la primera vuelta, según los especialistas del marketing político, no tenía carisma, era lejano de la gente y su pose distante, por supuestamente pertenecer a la élite colombiana, hacía difícil que su mensaje llegue a las clases populares donde se halla la mayoría de los electores. Mirando los resultados finales, si no tenía esa facilidad para entusiasmar a los votantes, la explicación está en que se benefició de la popularidad del Presidente saliente.
Allí está la punta del ovillo. Juan Manuel Santos no ha dudado en reconocerlo y le ha dicho a Uribe que el triunfo obtenido le pertenece. La mayoría de colombianos ha votado en esta ocasión por la permanencia de una política que les ha ayudado a mejorar las condiciones de vida, disminuyendo la pobreza. Allí están las cifras que lo demuestran plenamente. Pero quizá lo más importante es que respaldaron a un líder político que les devolvió la autoestima y eso se lo agradecen en las urnas.
El resultado parecería ser irrebatible, pero faltan tres semanas en las que no se pueden descartar sorpresas. Sin embargo, los colombianos han mostrado su apoyo a la política que se ejerció en estos últimos ocho años en los que, principalmente, se ha logrado arrebatar la iniciativa a los insurgentes. En Colombia no es nada popular la lucha armada por la secuela de violencia y muerte que ha regado. No todo ha sido bueno, allí está el ataque a una base guerrillera ubicada en suelo ecuatoriano, así como el escándalo de los ‘falsos positivos’. Indudablemente hay que desarrollar una política de lucha contra el narcoterrorismo pero sin apartarse de la ley. Si ello sucede, son los tribunales de justicia los que tienen que actuar. En ese aspecto la campaña de Mockus tiene un valioso mensaje.
Pero cualquiera que sea el ganador, para el Ecuador debe ser indiferente. Se tiene que respetar la decisión del pueblo colombiano y acelerar e intensificar las negociaciones para retornar a la normalidad lo más rápidamente posible. Hay que exigir al nuevo gobernante respeto por nuestra soberanía; pero, así mismo, debemos brindar la colaboración necesaria para controlar las vías de suministros a los insurgentes en nuestro territorio, sin que esto signifique inmiscuirnos en un conflicto que nos es ajeno. De igual manera, tenemos que exigir mayor presencia militar colombiana cerca de nuestra frontera. Eso solo se puede lograr en una relación franca y abierta entre dos países unidos por una hermandad histórica. Con cualquiera de los dos debemos estrechar vínculos, son más las cosas que nos unen que las que nos separan.