Elogio de la contabilidad
En círculos académicos especializados hay un consenso creciente en torno a la importancia de que la mayoría de los ciudadanos -y no sólo los expertos en economía y negocios- estudien contabilidad.
Por ejemplo, Jacob Soll -historiador y profesor de contabilidad de la Universidad de California del Sur- asegura que las sociedades que no aprendan el sencillo pero muy potente "Principio de la Doble Partida" no podrán entender los porqués de una crisis económica ni tampoco administrarla.
Un colapso financiero no es otra cosa que la acumulación de grandes pérdidas patrimoniales, ya sea porque los ingresos cayeron dramáticamente o porque los gastos subieron sin control.
En demasiadas crisis económicas, la mayor parte de las pérdidas ha sido asumida desproporcionadamente por los sectores más vulnerables de la población. Este tipo de injusticia no sólo crea descontento social, sino que provoca escepticismo e incluso cinismo en torno a la utilidad del sistema democrático.
De ese sentimiento de impotencia y frustración -alimentado también por el desconocimiento que se tiene en torno al origen de la crisis financiera- surgen movimientos que abogan por regímenes autoritarios, supuestamente íntegros que ofrecen penas y castigos para los responsables.
Pero este tipo de líderes tampoco conoce de contabilidad -o simplemente la desprecia- y, por tanto, no está dispuesto a usarla como un mecanismo idóneo para establecer con justeza a quiénes les corresponde asumir qué pérdidas.
Utilizando el "Principio de la Doble Partida" -quien recibe debe a quien entrega- podríamos entender, por ejemplo, que los subsidios que el país está recibiendo, y el Estado entregando, son inconvenientes.
Para empezar, tienen un valor demasiado elevado -6% del PIB, según el FMI- muy por encima de otros países como Chile, Colombia y Perú que tienen economías más prósperas que la nuestra. Un valor así de alto es una suerte de Espada de Damocles que podría caer sobre las finanzas públicas ecuatorianas, si hubiera un descenso de ingresos en el país.
En segundo lugar, ese monto exorbitante de dinero no está llegando a los más necesitados, sino que está favoreciendo sobre todo a las clases más ricas del país. Sólo los subsidios a los combustibles superan los USD 4 000 millones por año, una cifra enorme que prácticamente equivale a todas las necesidades de financiamiento del sector público.
El "Principio de la Doble Partida" podría ayudarnos a entender que los subsidios no están llegando a quienes más lo requieren y que, por tanto, deben ser modificados. De esta forma, tal vez podríamos romper el tabú que existe en torno a la eliminación de este tipo de transferencias y permitiríamos que los recursos públicos se administren mejor.