Los días previos al acto militar en el Campo de Marte (toda una referencia al dios de la guerra) estuvieron atravesados de rumores y especulaciones.
Todo se volcó en una jornada de tensos discursos. La crítica del Presidente a las Fuerzas Armadas por el polémico contrato celebrado entre dos ministros por terrenos en el parque Los Samanes, derivó en la precipitada salida de la cúpula militar. Es un episodio que se ventila en la justicia y allí debe resolverse.
El relevo del mando en un día histórico superpuso la tensión al acostumbrado recuerdo de la Batalla de Tarqui. Las diferencias afloraron y gestaron una atmósfera cargada de desconfianza y malestar.
Es importante resaltar que los tiempos en que los militares incidían en la política han sido superados, aunque una alusión a esa interferencia también hubo. Están lejanos los tiempos de las dirimencias armadas para superar los conflictos políticos civiles, la tutela de FF.AA. y aun la condición del estamento militar como garante de la democracia.
El retiro de un grupo de generales en servicio pasivo antes del discurso del Presidente es una señal de protesta. Los militares no aplaudieron el discurso presidencial, una muestra de que las cosas no andan bien.
Los discursos cargados de alusiones al escuálido presupuesto del rancho de los soldados y las advertencias que buscan el contraste entre la oficialidad y la tropa crearon suspicacias.
Estas tensiones evidentes deben dejarse atrás por el bien del país.