El Gobierno ha convocado al diálogo y la sociedad debe darle una respuesta aceptando o rechazando esa iniciativa.
La primera pregunta que hay que formularse es acerca de las características y la necesidad del diálogo. Para el Gobierno es necesario porque hay marchas de protesta en las calles y su capital político se erosiona a medida que la crisis económica se hace presente en los sectores más pobres y numerosos. La posibilidad de llegar al fin de su período sin oxígeno, para sufrir una derrota política sin posibilidades de retorno, debe ser una pesadilla.
Para las organizaciones sociales, los partidos políticos, los medios de comunicación y otros sectores sometidos al autoritarismo del Gobierno, el peligro está en que la crisis se profundice, se ponga en riesgo la dolarización y el modelo económico se eternice con la reelección indefinida; también una pesadilla.
Si se acepta que el diálogo es una necesidad para todas las partes, la segunda pregunta es acerca de las condiciones para un diálogo verdadero. El diálogo promovido por el Gobierno tiene dos peligros. El primero: que los sectores de la sociedad que no están de acuerdo con el modelo de país implementado se nieguen a dialogar; el segundo: que el Gobierno organice un diálogo falso en el cual simule escuchar a todos para mantener al final su propuesta sin cambios significativos.
El diálogo verdadero se basa en la confianza y en la buena fe. El Gobierno y sus opositores tienen derecho a exigir medidas de confianza.
La medida de confianza solicitada al Gobierno es el archivo definitivo de los proyectos de ley de plusvalía y herencias y la prueba de buena fe exigida a la oposición es que no promueva un golpe al grito de “fuera Correa, fuera”.
El diálogo no puede ser sobre intereses concretos ni conveniencias electorales; debe ser sobre temas de fondo y de beneficio para todo el país, no de utilidad para las partes.
El diálogo no puede versar sobre los proyectos de ley ni siquiera sobre la reelección indefinida. Debe versar sobre temas nacionales, como el modelo económico y las medidas para superar la crisis. Sobre el modelo político y la recuperación de las instituciones, la libertad de expresión, la independencia de los organismos de control y la garantía de elecciones libres.
El diálogo no puede precalificar a los que tienen la verdad. Debe ser con todos, para buscar juntos la verdad. No es para confirmar la propuesta del Gobierno ni para arrasar con ella. El diálogo no es para enturbiar la realidad con emociones sino para iluminarla con la inteligencia. Como dijo el papa Francisco: “Dialogar no es negociar, negociar es procurar sacar la propia tajada, a ver como saco la mía, no, no diálogo, no, no pierdas tiempo, si vas con esa intención no pierdas tiempo. Es buscar el bien común para todos, discutir juntos pensar una mejor solución para todos”.