En los últimos años el mundo ha cambiado con mayor velocidad que nunca. En poco tiempo hemos visto más cambios que nuestros antepasados en siglos. Por ejemplo, desde mediados de los noventa hasta hoy, hemos sido testigos del uso generalizado de computadores personales, de la Internet en casa y del teléfono celular. No pasará otra década sin que veamos otras innovaciones.
Asistimos a un gran cambio tecnológico. En todos los ámbitos, pero especialmente en las comunicaciones, la transformación ha sido rápida. Ahora podemos comunicarnos con el otro lado del mundo en pocos segundos y desde nuestro teléfono personal. Vemos en televisión una guerra o un asalto en otro continente. Podemos hacer compras sin movernos de casa. Elegimos en Internet y pagamos con tarjeta de crédito.
También la economía mundial y la de los países en particular han sufrido cambios enormes. Hoy hay más intercambio que nunca y, con la influencia del neoliberalismo, el crecimiento económico es más rápido, pero también más desigual que antes. La internacionalización del capital se ha acelerado y las barreras puestas al intercambio comercial han ido cayendo.
Ahora compramos peras de EE.UU. y chocolates hechos en Chile en los supermercados del Ecuador. Los franceses toman vino australiano y oyen música en equipos hechos en Malasia.
Resulta claro que la economía mundial es cada vez menos la suma de economías nacionales aisladas, para convertirse en una economía ‘global’ e interdependiente. Pero esta globalización no es homogénea. Funciona de manera muy desigual en las distintas regiones del mundo. La antigua división del trabajo desarrollada con el avance del capitalismo se ha modificado. Muchas de las viejas industrias, que en el siglo XX se asentaban solo en los países ricos, como la siderurgia, el automóvil, la aeronáutica, se han instalado en muchos de los países del sur, como Sudáfrica, Brasil, China o la India.
Ahora, la supremacía de las economías ricas sobre el resto del mundo se ubica en el campo de los nuevos adelantos tecnológicos de la microelectrónica, la genética y la nanotecnología y sus aplicaciones. Como antes con el vapor, la electricidad o la industria pesada, el valor del conocimiento especializado fue un factor fundamental de la superioridad económica de una pequeña parte del mundo, sobre el resto.
A esta realidad de intensificación de las relaciones planetarias y reacomodo mundial se ha llamado ‘globalización’, un proceso con grandes consecuencias negativas y positivas indetenibles. Los pueblos pueden asumir la globalización de diversas maneras, de modo que puedan aprovechar sus elementos positivos y reducir los impactos negativos, profundizando su propia identidad e impulsando la integración.