Los cuatro demonios que nos llegaron con el populismo son: el irrespeto a la Constitución, la eliminación de la oposición, el recorte de la libertad de expresión y el diablo de la corrupción. Estos males asolaron Argentina que está en recuperación porque se salvó a tiempo, Bolivia que encontró un antídoto en el vicepresidente, Nicaragua apestada en la política más que en la economía, Venezuela que se precipita en un abismo de males y nuestro doliente país, sostenido por la esperanza en la taumaturgia de una consulta popular.
Todavía no hemos alcanzado la serena certeza de estar abandonando el populismo, es apenas una esperanza en un clima de signos contradictorios, algunos alientan el optimismo, otros están cargados de malos presagios. La consulta popular es, probablemente para la mayoría de los ecuatorianos, un exorcismo para liberarnos de los demonios del populismo, aunque los oficiantes del rito sean parte de la misma legión. La guerra interna es lo único que nos hace creer que hay buenos y malos.
En el centro del remolino político está Lenin Moreno, repartiendo palabras reconfortantes en todas direcciones. Las aceptamos de buena fe aunque sabemos que no pueden ser todas verdaderas, porque no se puede cumplir deseos contradictorios. Después de la consulta, la disposición a creer se puede transformar en decepción y la sobria y desapasionada espera en indignación. Tendrá que encontrar la forma de ganar tiempo hasta encontrar las salomónicas decisiones que permitan, más allá de herir a unos o a otros, liberarnos de los cuatro citados demonios.
La democracia es un sistema de limitación del poder mediante facultades y prohibiciones impuestas por la ley. El primer demonio del populismo se manifestó como desprecio a la Constitución y la determinación de acumular los poderes hasta devenir, como en todos los populismos, en tiranías disfrazadas de democracia.
El segundo demonio del populismo se declara en la convicción de que el poder no admite discrepancias ni fisuras y por tanto no existe oposición o pluralismo sino amigos o enemigos. Con el enemigo no hay diálogo ni negociación, al enemigo se lo elimina.
El tercer demonio del populismo apareció con el rostro de verdad única, verdad oficial o verdades alternativas. Se inició con la desacreditación del periodismo y terminó con medios y periodistas domesticados y sumisos. Se bajó el ritmo de la investigación, la revelación, la transparencia; la noticia era lo positivo, exponer lo negativo era conspiración.
El cuarto demonio del populismo llegó en forma de corrupción. Se llevaron todo el dinero disponible y encontraron la forma de repartirse la piel del oso antes de cazarlo; en esto último consiste la venta anticipada del petróleo y el endeudamiento desaforado. Estos son los demonios y esperamos impacientes el inicio del ritual del exorcista.
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